Page 32 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Hiciéronlo así, diéronle de comer, y quedóse otra vez dormido, y ellos admirados de su locura.

                  Aquella noche quemó y abrasó el ama cuantos libros había en el corral y en toda la casa, y tales

                  debieron de arder, que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la

                  pereza del escrutinador, y así se cumplió el refrán en ellos, de que pagan a veces justos por

                  pecadores. Uno de los remedios que el cura y el barbero dieron por entonces para el mal de su
                  amigo, fue que le murasen y tapiasen el aposento de los libros, porque cuando se levantase no los

                  hallase (quizá quitando la causa cesaría el efecto), y que dijesen que uun encantador se los había

                  llevado, y el aposento y todo. Y así fue hecho con mucha presteza. De allí a dos días se levantó Don

                  Quijote, y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros; y como no hallaba el aposento donde le había

                  dejado, andaba de una a otra parte buscándole. Llegaba adonde solía tener la puerta, y tentábala con
                  las manos, y volvía y revolvía los ojos sin decir palabra; pero al cabo de una buena pieza, preguntó a

                  su ama que hacía qué parte estaba el aposento de sus libros. El ama, que ya estaba bien advertida de

                  lo que había de responder, le dijo: ¿qué aposento, o qué anda buscando vuestra merced? Ya no hay

                  aposento ni libros en esta casa porque todo se lo llevó el mismo diablo. No era el diablo, replicó la

                  sobrina, sino un encantador que vino sobre una nube una noche después del día que vuestra merced

                  de aquí se partió, y apeándose de una sierpe en que venía caballero, entró en el aposento; y no sé lo

                  que hizo dentro, que a cabo de poca pieza salió volando por el tejado, y dejó la casa llena de humo; y
                  cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho, no vimos libros ni aposento alguno; sólo se nos

                  acuerda muy bien a mí y al ama, que al tiempo de partirse aquel mal viejo, dijo en altas voces, que

                  por enemistad secreta que tenía al dueño de aquellos libros y aposento, dejaba hecho el daño en

                  aquella casa que después se vería; dijo también qeu se llamaba el sabio Muñatón. Fristón diría, dijo

                  Don Quijote. No sé, respondió el ama, si se llamaba Frestón o Fritón; sólo sé que acabó en ton su

                  nombre. Así es, dijo Don Quijote, que ese es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me
                  tiene ojeriza porque sabe, por sus artes y letras, que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear

                  en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer sin que él








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