Page 360 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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santísimo de la Iglesia; los demás cristianos libertados se fueron cada uno donde mejor le pareció;
solos quedamos Zoraida y yo, con solos los escudos que la cortesía del francés le dio a Zoraida, de
los cuales compré este animal en que ella viene, y, sirviéndola yo hasta agora de padre y escudero, y
no de esposo, vamos con intención de ver si mi padre es vivo, o si alguno de mis hermanos ha tenido
más próspera ventura que la mía; puesto que por haberme hecho el cielo compañero de Zoraida, me
parece que ninguna otra suerte me pudiera venir, por buena que fuera, que más la estimara. La
paciencia con que Zoraida lleva las incomodidades que la pobreza trae consigo y el deseo que
muestra tener de verse ya cristiana es tanto y tal, que me admira, y me mueve a servirla todo el
tiempo de mi vida; puesto que el gusto que tengo de yerme suyo y de que ella sea mía me le turba y
deshace no saber si hallaré en mi tierra algún rincón donde recogella, y si habrán hecho el tiempo y
la muerte tal mudanza en la hacienda y vida de mi padre y hermanos, que apenas halle quien me
conozca, si ellos faltan.
No tengo más, señores, que deciros de mi historia; la cual si es agradable y peregrina júzguenlo
vuestros buenos entendimientos; que de mi sé decir que quisiera habérosla contado más
brevemente, puesto que el temor de enfadaros más de cuatro circunstancias me ha quitado de la
lengua.
Capítulo 42: Que trata de lo que más sucedió en la venta y de otras muchas cosas dignas de saberse
Calló en diciendo esto el cautivo, a quien don Fernando dijo:
-Por cierto, señor capitán, el modo con que habéis contado este extraño suceso ha sido tal, que
iguala a la novedad y extrañeza del mesmo caso. Todo es peregrino, y raro, y llenó de accidentes que
maravillan y suspenden a quien los oye; y es de tal manera el gusto que hemos recebido en
escuchalle, que aunque nos hallara el día de mañana entretenidos en el mesmo cuento, holgáramos
que de nuevo se comenzara.
Y en diciendo esto, Cardenio y todos los demás se le ofrecieron con todo lo a ellos posible para
servirle, con palabras y razones tan amorosas y tan verdaderas, que el capitán se tuvo por bien
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