Page 364 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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tantos la cobraron, que fue en la batalla de Lepanto. Yo la perdí en la Goleta, y después, por
diferentes sucesos, nos hallamos camaradas en Constantinopla. Desde allí vino a Argel, donde sé
que le sucedió uno de los más extraños casos que en el mundo han sucedido.
De aquí fue prosiguiendo el cura, y con brevedad sucinta contó lo que con Zoraida a su hermano
había sucedido; a todo lo cual estaba tan atento el oidor, que ninguna vez había sido tan oidor como
entonces. Sólo llegó el cura al punto de cuando los franceses despojaron a los cristianos que en la
barca venían, y la pobreza y necesidad en que su camarada y la hermosa mora habían quedado; de
los cuales no había sabido en qué habían parado, ni si habían llegado a España, o llevádolos los
franceses a Francia.
Todo lo que el cura decía estaba escuchando algo de allí desviado el capitán, y notaba todos los
movimientos que su hermano hacia; el cual, viendo que ya el cura
había llegado al fin de su cuento, dando un gran suspiro, y llenándosele los ojos de agua, dijo:
-¡Oh, señor, si supiésedes las nuevas que me habéis contado, y cómo me tocan tan en parte, que me
es forzoso dar muestras dello con estas lágrimas que, contra mi discreción y recato, me salen por los
ojos! Ese capitán tan valeroso que decís es mi mayor hermano, el cual, como más fuerte y de más
altos pensamientos que yo ni otro hermano menor mío, escogió el honroso y digno ejercicio de la
guerra, que fue uno de los tres caminos que nuestro padre nos propuso, según os dijo vuestra
camarada en la conseja que, a vuestro parecer, le oísteis. Yo seguí el de las letras, en las cuales Dios
y mi diligencia me han puesto en el grado que me veis. Mi menor hermano está en el Pirú, tan rico,
que con lo que ha enviado a mi padre y a mi ha satisfecho bien la parte que él se llevó, y aun dado a
las manos de mi padre con que poder hartar su liberalidad natural; y yo ansimesmo he podido con
más decencia y autoridad tratarme en mis estudios, y llegar al puesto en que me veo. Vive aún mi
padre muriendo, con el deseo de saber de su hijo mayor, y pide a Dios con continuas oraciones no
cierre la muerte sus ojos hasta que él vea con vida a los de su hijo; del cual me maravillo, siendo tan
discreto, cómo en tantos trabajos y aflicciones, o prósperos sucesos, se haya descuidado de dar
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