Page 354 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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pusimos en tierra, de lo que ellos se quedaron admirados; pero llegando a desembarcar al padre de

                  Zoraida, que ya estaba en todo su acuerdo, dijo:

                  -¿Por qué pensáis, cristianos, que esta mala hembra huelga de que me deis libertad? ¿Pensáis que es

                  por piedad que de mi tiene? No, por cierto, sino que lo hace por el estorbo que le dará mi presencia

                  cuando quiera poner en ejecución sus malos deseos; ni penséis que la ha movido a mudar religión

                  entender ella que la vuestra a la nuestra se aventaja, sino el saber que en vuestra tierra se usa la

                  deshonestidad más libremente que en la nuestra.

                  Y volviéndose a Zoraida, teniéndole yo y otro cristiano de entrambos brazos asido, porque algún

                  desatino no hiciese, le dijo:


                  -¡Oh infame moza y mal aconsejada muchacha! ¿Adónde vas, ciega y desatinada, en poder destos
                  perros, naturales enemigos nuestros? ¡Maldita sea la hora en que yo te engendré, y malditos sean los

                  regalos y deleites en que te he criado!


                  Pero viendo yo que llevaba término de no acabar tan presto, di priesa a ponelle en tierra, y desde

                  allí, a voces, prosiguió en sus maldiciones y lamentos, rogando a Mahoma rogase a Alá que nos
                  destruyese, confundiese y acabase; y cuando, por habernos hecho a la vela, no podimos oír sus

                  palabras, vimos sus obras, que eran arrancarse las barbas, mesarse los cabellos y arrastrarse por el

                  suelo; mas una vez esforzó la voz de tal manera, que podimos entender que decía:


                  -Vuelve, amada hija, vuelve a tierra, que todo te lo perdono; entrega a esos hombres ese dinero, que
                  ya es suyo, y vuelve a consolar a este triste padre tuyo, que en esta desierta arena dejará la vida, si tú

                  le dejas.


                  Todo lo cual escuchaba Zoraida, y todo lo sentía y lloraba, y no supo decirle ni respondelle palabra,

                  sino:

                  -¡Plega a Alá, padre mío, que Lela Marién, que ha sido la causa de que yo sea cristiana, ella te

                  consuele en tu tristeza! Alá sabe bien que no pude hacer otra cosa de la que he hecho, y que estos

                  cristianos no deben nada a mi voluntad, pues aunque quisiera no venir con ellos y quedarme en mi




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