Page 352 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-¿Qué es esto, hija, que ayer al anochecer, antes que nos sucediese esta terrible desgracia en que nos

                  vemos, te vi con tus ordinarios y caseros vestidos, y agora, sin que hayas tenido tiempo de vestirte, y

                  sin haberte dado alguna nueva alegre de solenizalla con adornarte y pulirte, te veo compuesta con

                  los mejores vestidos que yo supe y pude darte cuando nos fue la ventura más favorable?

                  Respóndeme a esto, que me tiene más suspenso y admirado que la misma desgracia en que me
                  hallo.


                  Todo lo que el moro decía a su hija nos lo declaraba el renegado, y ella no le respondía palabra. Pero

                  cuando él vio a un lado de la barca el cofrecillo donde ella solía tener sus joyas, el cual sabía él bien
                  que le había dejado en Argel, y no traídole al jardín, quedó más confuso, y preguntóle que cómo

                  aquel cofre había




                  venido a nuestras manos, y qué era lo que venía dentro. A lo cual el renegado, sin aguardar que

                  Zoraida le respondiese, le respondió:


                  -No te canses, señor, en preguntar a Zoraida tu hija tantas cosas, porque con una que yo te responda
                  te satisfaré a todas, y así, quiero que sepas que ella es cristiana, y es la que ha sido la lima de

                  nuestras cadenas y la libertad de nuestro cautiverio. Ella va aquí de su voluntad, tan contenta, a lo

                  que yo imagino, de verse en este estado, como el que sale de las tinieblas a la luz, de la muerte a la

                  vida y de la pena a la gloria.

                  -¿Es verdad lo que éste dice, hija? -dijo el moro.


                  -Así es -respondió Zoraida.

                  -¿Que, en efeto -replicó el viejo-, tú eres cristiana, y la que ha puesto a su padre en poder de sus

                  enemigos?


                  A lo cual respondió Zoraida:

                  -La que es cristiana, yo soy; pero no la que te ha puesto en este punto; porque nunca mi deseo se

                  extendió a dejarte ni a hacerte mal, sino a hacerme a mí bien.



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