Page 350 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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necesarios los pies, con diligencia y presteza nos pusimos en la barca; que ya los que en ella habían

                  quedado nos esperaban, temerosos de algún mal suceso nuestro.

                  Apenas serían dos horas pasadas de la noche, cuando ya estábamos todos en la barca, en la cual se le

                  quitó al padre de Zoraida la atadura de las manos y el paño de la boca; pero tornóle a decir el

                  renegado que no hablase palabra; que le quitarían la vida. El, como vio allí a su hija, comenzó a

                  suspirar ternísimamente, y más cuando vio que yo estrechamente la tenía abrazada, y que ella, sin

                  defenderse, quejarse ni esquivarse, se estaba queda; pero, con todo esto, callaba, porque no

                  pusiesen en efeto las muchas amenazas que el renegado le hacía. Viéndose, pues, Zoraida ya en la
                  barca, y que quedamos dar los remos al agua, y viendo allí a su padre y a los demás moros que

                  atados estaban, le dijo al renegado que me dijese le hiciese merced de soltar a aquellos moros, y de

                  dar libertad a su padre; porque antes se arrojaría en la mar que ver delante de sus ojos y por causa

                  suya llevar cautivo a un padre que tanto la había querido. El renegado me lo dijo, y yo respondí que

                  era muy contento; pero él respondió que no convenía, a causa de que si allí los dejaban, apellidarían

                  luego la tierra y alborotarían la ciudad, y sedan causa que saliesen a buscallos con algunas fragatas
                  ligeras, y les tomasen la tierra y la mar, de manera, que no pudiésemos escaparnos; que lo que se

                  podía hacer era darles libertad en llegando a la primera tierra de cristianos. En este parecer venimos

                  todos, y Zoraida, a quien se le dio cuenta, con las causas que nos movían a no hacer luego lo que

                  quería, también se satisfizo; y luego, con regocijado silenció y alegre diligencia, cada uno de

                  nuestros valientes remeros tomó su remo, y comenzamos, encomendándonos a Dios de todo

                  corazón, a navegar la vuelta de




                  las islas de Mallorca, que es la tierra de cristianos más cerca; pero a causa de soplar un poco el
                  viento tramontana y estar la mar algo picada, no fue posible seguir la derrota de Mallorca, y fuenos

                  forzoso dejarnos ir tierra a tierra la vuelta de Orán, no sin mucha pesadumbre nuestra, por no ser

                  descubiertos del lugar de Sargel, que en aquella costa cae sesenta millas de Argel. Y asimismo

                  temíamos encontrar por aquel paraje alguna galeota de las que de ordinario vienen con mercancía

                  de Tetuán, aunque cada uno por sí, y por todos juntos, presumíamos de que si se encontraba galeota

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