Page 348 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 348
todos los demás escondidos que nos vieron se vinieron llegando a nosotros. Esto era ya a tiempo que
la ciudad estaba ya cerrada, y por toda aquella campaña ninguna persona parecía. Como estuvimos
juntos, dudamos si sería mejor ir primero por Zoraida, o rendir primero a los moros bagarinos que
bogaban el remo en la barca; y estando en esta duda, llegó a nosotros nuestro renegado diciéndonos
que en qué nos deteníamos, que ya era hora, y que todos sus moros estaban descuidados, y los más
dellos, durmiendo. Dijímosle en lo que reparábamos, y él dijo que lo que más importaba era rendir
primero el bajel, que se podía hacer con grandísima facilidad y sin peligro alguno, y que luego
podíamos ir por Zoraida. Pareciónos bien a todos lo que decía, y así, sin detenernos más, haciendo
él la guía, llegamos al bajel, y saltando él dentro primero, metió mano a un alfanje y dijo en morisco:
-Ninguno de vosotros se mueva de aquí, si no quiere que le cueste la vida.
Ya, a este tiempo, habían entrado dentro casi todos los cristianos. Los moros, que eran de poco
ánimo, viendo hablar de aquella manera a su arráez, quedáronse espantados, y sin ninguno de todos
ellos echar mano a las armas, que pocas o casi ningunas tenían, se dejaron, sin hablar alguna
palabra, maniatar de los cristianos, los cuales con mucha presteza lo hicieron, amenazando a los
moros que si alzaban por alguna vía o manera la voz, que luego al punto los pasarían todos a
cuchillo. Hecho ya esto, quedándose en guardia dellos la mitad de los nuestros, los que
quedábamos, haciéndonos asimismo el renegado la guía, fuimos al jardín de Agi Morato, y quiso la
buena suerte que, llegando a abrir la puerta, se abrió con tanta facilidad como si cerrada no
estuviera; y así, con gran quietud y silencio, llegamos a la casa sin ser sentidos de nadie.
Estaba la bellísima Zoraida aguardándonos a una ventana, y así como sintió gente, preguntó con voz
baja si éramos nizarani, como si dijera o preguntara si éramos cristianos. Yo le respondí que si, y
que bajase. Cuando ella me conoció, no se detuvo un punto; porque, sin responderme palabra, bajó
en un instante, abrió la puerta, y mostróse a todos tan hermosa y ricamente vestida, que no lo
acierto a
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es