Page 345 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Mañana creo yo -dije-, porque está aquí un bajel de Francia que se hace mañana a la vela, y pienso
irme en él.
-¿No es mejor -replicó Zoraida- esperar a que vengan bajeles de España, y irte con ellos, que no con
los de Francia, que no son vuestros amigos?
-No -respondí yo-; aunque si como hay nuevas que viene ya un bajel de España es verdad, todavía yo
le aguardaré, puesto que es más cierto el partirme mañana; porque el deseo que tengo de yerme en
mi tierra y con las personas que bien quiero es tanto, que no me dejará esperar otra comodidad, si
se tarda, por mejor que sea.
-Debes de ser, sin duda, casado en tu tierra –dijo Zoraida-, y por eso deseas ir a verte con tu mujer.
-No soy -respondí yo- casado; mas tengo dada la palabra de casarme en llegando allá.
-Y ¿es hermosa la dama a quien se la diste? -dijo Zoraida.
-Tan hermosa es -respondí yo-, que para encarecella y decirte la verdad, te parece a ti mucho.
Desto se riyó muy de veras su padre, y dijo:
-Gualá, cristiano, que debe de ser muy hermosa si se parece a mi hija, que es la más hermosa de
todo este reino. Si no, mírala bien, y verás cómo te digo verdad.
Servíanos de intérprete a las más destas palabras y razones el padre de Zoraida, como más ladino;
que aunque ella hablaba la bastarda lengua que, como he dicho, allí se usa, más declaraba su
intención por señas que por palabras. Estando en estas y otras muchas razones, llegó un moro
corriendo, y dijo a grandes voces que por las bardas o paredes del jardín habían saltado cuatro
turcos, y andaban cogiendo la fruta, aunque no estaba madura. Sobresaltóse el viejo, y lo mesmo
hizo Zoraida; porque es común y casi natural el miedo que los moros a los turcos
tienen, especialmente a los soldados, los cuales son tan insolentes y tienen tanto imperio sobre los
moros que a ellos están sujetos, que los tratan peor que si fuesen esclavos suyos. Digo, pues, que
dijo su padre a Zoraida:
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