Page 346 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Hija, retírate a la casa y enciérrate, en tanto que yo voy a hablar a estos canes; y tú, cristiano, busca
tus yerbas, y vete en buen hora, y llévete Alá con bien a tu tierra.
Yo me incliné, y él se fue a buscar los turcos, dejándome solo con Zoraida, que comenzó a dar
muestras de irse donde su padre la había mandado; pero apenas él se encubrió con los árboles del
jardín, cuando ella, volviéndose a mí, llenos los ojos de lágrimas, me dijo:
-¿Tamejí, cristiano, tamejí? -Que quiere decir: «¿Vaste, cristiano, vaste?»
Yo la respondí:
-Señora, sí; pero no, en ninguna manera, sin ti: el primero jumá me aguarda, y no te sobresaltes
cuando nos veas; que sin duda alguna iremos a tierra de cristianos.
Yo le dije esto de manera que ella me entendió muy bien a todas las razones que entrambos
pasamos; y echándome un brazo al cuello, con desmayados pasos comenzó a caminar hacia la casa;
y quiso la suerte, que pudiera ser muy mala si el cielo no lo ordenara de otra manera, que yendo los
dos de la manera y postura que os he contado, con un brazo al cuello, su padre, que ya volvía de
hacer ir a los turcos, nos vio de la suerte y manera que íbamos, y nosotros vimos que él nos había
visto; pero Zoraida, advertida y discreta, no quiso quitar el brazo de mi cuello; antes se llegó más a
mí y puso su cabeza sobre mi pecho, doblando un poco las rodillas, dando claras señales y muestras
que se desmayaba, y yo, ansimismo, di a entender que la sostenía contra mi voluntad. Su padre llegó
corriendo adonde estábamos y viendo a su hija de aquella manera, le preguntó que qué tenía, pero
como ella no le respondiese, dijo su padre:
-Sin duda alguna que con el sobresalto de la entrada de estos canes se ha desmayado.
Y quitándola del mío, la arrimó a su pecho, y ella, dando un suspiro y, aún no enjutos los ojos de
lágrimas, volvió a decir:
-Amejí, cristiano, amejí. «Vete, cristiano, vete.»
A lo que su padre respondió:
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