Page 344 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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pies en morisco) de purísimo oro, con tantos diamantes engastados, que ella me dijo después que su
padre los estimaba en diez mil doblas, y las que traía en las muñecas de las manos valían otro tanto.
Las perlas eran en gran cantidad y muy buenas, porque la mayor gala y bizarría de las moras es
adornarse de ricas perlas y aljófar, y así hay más perlas y aljófar entre moros que entre todas las
demás naciones; y el padre de Zoraida tenía fama de tener muchas y de las mejores que en Argel
había, y de tener asimismo más de docientos mil escudos españoles, de todo lo cual era señora ésta
que ahora lo es mía. Si con todo este adorno podía venir entonces hermosa, o no, por las reliquias
que le han quedado en tantos trabajos se podrá conjeturar cuál debía de ser en las prosperidades.
Porque ya se sabe que la hermosura de algunas mujeres tiene días y sazones, y requiere accidentes
para disminuirse o acrecentarse; y es natural cosa que las pasiones del ánimo la levanten o abajen,
puesto que las más veces la destruyen.
Digo, en fin, que entonces llegó en todo extremo aderezada y en todo extremo hermosa, o, a lo
menos, a mi me pareció serlo la más que hasta entonces había visto; y con esto, viendo las
obligaciones en que me había puesto, me parecía que tenía delante de mi una deidad del cielo,
venida a la tierra para mi gusto y para mi remedio. Así como ella llegó, le dijo su padre en su lengua
cómo yo era cautivo de su amigo Arnaúte Mamí, y que venia a buscar ensalada. Ella tomó la mano, y
en aquella mezcla de lenguas que tengo dicho me preguntó si era caballero, y qué era la causa que
no me rescataba. Yo le respondí que ya estaba rescatado, y que en el precio podía echar de ver en lo
que mi amo me estimaba, pues había dado por mi mil y quinientos zoltanís. A lo cual ella respondió:
-En verdad que si tú fueras de mi padre, que yo hiciera que no te diera él por otros dos tantos;
porque vosotros, cristianos, siempre mentís en cuanto decís, y os hacéis pobres por engañar a los
moros.
-Bien podría ser eso, señora -le respondí-; mas en verdad que yo la he tratado con mi amo, y la trato
y la trataré con cuantas personas hay en el mundo.
-Y ¿cuándo te vas? -dijo Zoraida.
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