Page 340 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 340
Esto decía y contenía el segundo papel; lo cual visto por todos, cada uno se ofreció a querer ser el
rescatado, y prometió de ir y volver con toda puntualidad, y también yo me ofrecí a lo mismo; a todo
lo cual se opuso el renegado, diciendo que en ninguna manera consentiría que ninguno saliese de
libertad hasta que fuesen todos juntos, porque la experiencia le había mostrado cuán mal cumplían
los libres las palabras que daban en el cautiverio; porque muchas vocee hablan usado de aquel
remedio algunos principales cautivos, recatando a uno que fuese a Valencia o Mallorca con dineros
para poder armar una barca y volver por los que le habían rescatado, y nunca habían vuelto; porque,
decía, la libertad alcanzada y el temor de no volver a perderla les borraba de la memoria todas las
obligaciones del mundo. Y en confirmación de la verdad que nos decía, nos contó brevemente un
caso que casi en aquella mesma sazón había acaecido a unos caballeros cristianos, el más extraño
que jamás sucedió en aquellas partes, donde a cada paso suceden cosas de grande espanto y de
admiración. En efeto, él vino a decir que lo que se podía y debía hacer era que el dinero que se había
de dar para rescatar al cristiano, que se le diese a él para comprar allí en Argel una barca, con
achaque de hacerse mercader y tratante en Tetuán y en aquella costa; y que siendo él señor de la
barca, fácilmente se daría traza para sacarlos del baño y embarcarlos a todos. Cuanto más que si la
mora, como ella decía, daba dineros para rescatarlos a todos, que estando libres, era facilísima cosa
aun embarcarse en la mitad del día; y que la dificultad que se ofrecía mayor era que los moros no
consienten que renegado alguno compre ni tenga barca, si no es bajel grande para ir en corso,
porque se temen que el que compra barca, principalmente si es español, no la quiere sino para irse a
tierra de cristianos; pero que él facilitaría este inconveniente con hacer que un moro tagarino fuese
a la parte con él en la compañía de la barca y en la ganancia de las mercancías, y con esta sombra él
vendría a ser señor de la barca, con que daba por acabado todo lo demás. Y puesto que a mí y a mis
camaradas nos había parecido mejor lo de enviar por la barca a Mallorca, como la mora decía, no
osamos contradecirle, temerosos que si no hacíamos lo que él decía, nos había de descubrir, y poner
a peligro de perder las vidas, si descubriese el trato de Zoraida, por cuya vida diéramos todos las
nuestras; y así determinamos de ponernos en las manos de Dios y en las del renegado, y en aquel
mismo punto se le respondió a Zoraida diciéndole que haríamos todo cuanto nos aconsejaba,
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es