Page 27 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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dió con ellos por la ventana abajo. ¿Quién es ese tonel? dijo el cura. Este es, respondió el barbero,
Don Olicante de Laura. El autor de ese libro, dijo el cura, fue el mismo que compuso a Jardín de
Flores, y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero, o por decir
mejor, menos mentiroso; solo sé decir que este irá al corral por disparatado y arrogante. Este que
sigue es Florismarte de Hircania, dijo el barbero. ¿Ahí está el señor Florismarte? replicó el cura.
Pues a fe que ha de parar presto en el corral a pesar de su extraño nacimiento y soñadas aventuras,
que no da lugar a otra cosa la dureza y sequedad de su estilo; al corral con él, y con ese otro, señora
ama. Que me place, señor mío, respondió ella... y con mucha alegría ejecutaba lo que era mandado.
Este es El caballero Platir, dijo el barbero. Antiguo libro es ese, dijo el cura, y no hallo en él cosa que
merezca venia; acompañe a los demás sin réplica... Y así fue hecho. Abrióse otro libro, y vieron que
tenía por título El caballero de la Cruz. Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía
perdonar su ignorancia; mas también se suele decir tras la cruz está el diablo: vaya al fuego.
Tomando el barbero otro libro, dijo: Este es Espejo de Caballerías. Ya conozco a su merced, dijo el
cura: ahí anda el señor Reinaldos del Montalban con sus amigos y compañeros, más ladrones que
Caco, y los doce Pares con el verdadero historiador Turpin; y en verdad que estoy por condenarlos
no más que a destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mato
Boyardo, de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto, al cual, si aquí le hallo,
ya que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno; pero si habla en su idioma,
le pondré sobre mi cabeza. Pues yo le tengo en italiano, dijo el barbero, mas no le entiendo. Ni aun
fuera bien que vos le entendiérais, respondió el cura; y aquí le perdonáramos al señor capitán, que
no le hubiera traído a España, y hecho castellano; que le quitó mucho de su natural valor, y lo
mismo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que por mucho
cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su
primer nacimiento. Digo, en efecto, que este libro y todos los que se hallaren, que tratan de estas
cosas de Francia, se echen y depositen en un pozo seco, hasta que con más acuerdo se vea lo que se
ha de hacer de ellos, exceptuando a un Bernardo del Carpio, que anda por ahí, y a otro llamado
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