Page 29 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Montalván, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalván y el caballero Fonseca, con la

                  batalla que el valiente de Tirante hizo con Alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con

                  los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora emperatriz enamorada de Hipólito su

                  escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que por su estilo es este el mejor libro del mundo; aquí

                  comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte,
                  con otras cosas de que todos los demás libros de este género carecen. Con todo eso, os digo que

                  merecía el que lo compuso, pues no hizo tantas necedades de industria, que le echaran a galeras por

                  todos los días de su vida. Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto de él os he dicho. Así

                  será,


                  respondió el barbero; pero ¿qué haremos de estos pequeños libros que quedan? Estos, dijo el cura,

                  no deben de ser de caballerías, sino de poesía; y abriendo uno, vió que era la Diana, de Jorge de

                  Montemayor, y dijo (creyendo que todos los demás eran del mismo género:) estos no merecen ser

                  quemados como los demás, porque no hacen ni harán el daño que los de caballerías han hecho, que

                  son libros de entretenimiento, sin perjuicio de tercero. ¡Ay, señor!, dijo la sobrina. Bien los puede

                  vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería mucho que habiendo sanado mi

                  señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo estos se le antojase de hacerse pastor, y andarse
                  por los bosques y prados cantando y tañendo, y lo que sería peor, hacerse poeta, que, según dicen, es

                  enfermedad incurable y pegadiza. Verdad dice esta doncella, dijo el cura, y será bien, quitarle a

                  nuestro amigo este tropiezo y ocasión de delante. Y pues comenzamos por la Diana de Montemayor,

                  soy de parecer que no se queme, sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la

                  agua encantada, y casi todos los versos mayores, y quédesele en hora buena la prosa y la honra de

                  ser primero en semejantes libros. Este que se sigue, dijo el barbero, es la Diana llamada Segunda del
                  Salmantino; y este otro, que tiene el mismo nombre, cuyo autor es Gil Polo. Pues la del Salmantino,

                  respondió el cura, acompañe y acreciente el número de los condenados al corral, y la de Gil Polo se

                  guarde como si fuera del mismo Apolo; y pase adelante, señor compadre, y démonos priesa, que se

                  va haciendo tarde. Este libro es, dijo el barbero abriendo otro, los diez libros de Fortuna de Amor,



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