Page 319 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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muchas veces les dijo: «Mi paz os doy; mi paz os dejo; paz sea con vosotros», bien como joya y

                  prenda dada y dejada de tal mano; joya, que sin ella, en la tierra ni en el cielo puede haber bien

                  alguno. Esta paz es el verdadero fin de la guerra; que lo mesmo es decir armas que guerra.

                  Prosupuesta, pues, esta verdad, que el fin de la guerra es la paz, y que en esto hace ventaja al fin de

                  las letras, vengamos ahora a los trabajos del cuerpo del letrado y a los del profesor de las armas, y
                  véase cuáles son mayores.


                  De tal manera y por tan buenos términos iba prosiguiendo en su plática don Quijote, que obligó a

                  que, por entonces, ninguno de los que escuchándole estaban




                  le tuviese por loco; antes, como todos los más eran caballeros, a quien son anejas las armas, le
                  escuchaban de muy buena gana; y él prosiguió diciendo:


                  -Digo, pues, que los trabajos del estudiante son éstos: principalmente pobreza no porque todos sean

                  pobres, sino por poner este caso en todo el extremo que pueda ser; y en haber dicho que padece

                  pobreza me parece que no había que decir más de su mala ventura; porque quien es pobre no tiene
                  cosa buena. Esta pobreza la padece por sus partes, ya en hambre, ya en frío, ya en desnudez, ya en

                  todo junto; pero, con todo eso, no es tanta, que no coma, aunque sea un poco más tarde de lo que se

                  usa; sea de las sobras de los ricos, que es la mayor miseria del estudiante este que entre ellos llaman

                  andar a la sopa; y no les falta algún ajeno brasero o chimenea, que, si no calienta, a lo menos, entibie

                  su frío, y, en fin, la noche duermen debajo de cubierta. No quiero llegar a otras menudencias,

                  conviene a saber, de la falta de camisas y no sobra de zapatos, la raridad y poco pelo del vestido, ni
                  aquel ahitarse con tanto gusto, cuando la buena suerte les depara algún banquete. Por este camino

                  que he pintado, áspero y dificultoso, tropezando aquí, cayendo allí, levantándose acullá, tornando a

                  caer acá, llegan al grado que desean; el cual alcanzado, a muchos hemos visto que, habiendo pasado

                  por estas sirtes y por estas Scilas y Caribdis como llevados en vuelo de la favorable fortuna, digo que

                  los hemos visto mandar y gobernar el mundo desde una silla, trocada su hambre en hartura, su frío

                  en refrigerio, su desnudez en galas y su dormir en una estera en reposar en holandas y damascos,



                                             Portal Educativo EducaCYL
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