Page 318 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 318
todos sabemos, y que yo soy aquel Caballero de la Triste Figura que anda por ahí en boca de la
fama? Ahora no hay que dudar, sino que esta arte y ejercicio excede a todas aquellas y aquellos que
los hombres inventaron, y tanto más se ha de tener en estima cuanto a más peligros está sujeto.
Quítenseme de delante los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas; que les diré, y sean
quien se fueren, que no saben lo que dicen. Porque la razón que los tales suelen decir y a lo que ellos
más se atienen, es que los trabajos del espíritu exceden a los del cuerpo, y que las armas sólo con el
cuerno se ejercitan, como si fuese su ejercicio oficio de ganapanes, para el cual no es menester más
de buenas fuerzas, o como si en esto que llamamos armas los que las profesamos no se encerrasen
los actos de la fortaleza, los cuales piden para ejecutallos mucho entendimiento, o como si no
trabajase el ánimo del guerrero que tiene a su cargo un ejército, o la defensa de una ciudad sitiada,
así con el espíritu como con el cuerpo. Si no, véase si se alcanza con las fuerzas corporales a saber y
conjeturar el intento del enemigo, los disignios, las estratagemas, las dificultades, el prevenir los
daños que se tomen; que todas estas cosas son acciones del entendimiento, en quien no tiene parte
alguna el cuerpo. Siendo, pues, ansí que las armas requieren espíritu, como las letras, veamos ahora
cuál de los dos espíritus, el del letrado o el del guerrero, trabaja más; y esto se vendrá a conocer por
el fin y paradero a que cada uno se encamina; porque aquella intención se ha de estimar en más que
tiene por objeto más noble fin. Es el fin y paradero de las letras..., y no hablo ahora de las divinas,
que tienen por blanco llevar y encaminar las almas al cielo; que a un fin tan sin fin como éste
ninguno otro se le puede igualar: hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la
justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo, y entender y hacer que las buenas leyes se
guarden. Fin, por cierto, generoso y alto, y digno de grande alabanza; pero no de tanta como merece
aquel a que las armas atienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los
hombres pueden desear en esta vida. Y así, las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y
tuvieron los hombres fueron las que dieron los ángeles la noche que fue nuestro día, cuando
cantaron en los aires: «Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena
voluntad»; y la salutación que el mejor maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y
favorecidos fue decirles que cuando entrasen en alguna casa dijesen: «Paz sea en esta casa»; y otras
Portal Educativo EducaCYL
http://www.educa.jcyl.es