Page 317 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Preguntó don Fernando al cautivo cómo se llamaba la mora, el cual respondió que Lela Zoraida; y

                  así como esto oyó ella, entendió lo que le habían preguntado al cristiano, y dijo con mucha priesa,

                  llena de congoja y donaire:

                  -¡No, no Zoraida; María, María! -dando a entender que se llamaba María y no Zoraida.


                  Estas palabras y el grande afecto con que la mora las dijo hicieron derramar más de una lágrima a

                  algunos de los que la escucharon, especialmente a las mujeres, que de su naturaleza son tiernas y
                  compasivas. Abrazóla Luscinda con mucho amor, diciéndole:


                  -Si, si, Maria, Maria.

                  A lo cual respondió la mora:


                  - Sí, si, María; Zoraida macange, que quiere decir no.

                  Ya en esto llegaba la noche, y por orden de los que venían con don Fernando había el ventero puesto

                  diligencia y cuidado en aderezarles de cenar lo mejor que a él le fuese posible. Llegada, pues, la

                  hora, sentáronse todos a una larga mesa como de




                  tinelo, porque no la había redonda ni cuadrada en la venta, y dieron la cabecera y principal asiento,

                  puesto que él lo rehusaba, a don Quijote, el cual quiso que estuviese a su lado la señora Micomicona,
                  pues él era su guardador. Luego se sentaron Luscinda y Zoraida, y frontero deltas don Fernando y

                  Cardenio, y luego el cautivo y los demás caballeros, y al lado de las señoras el cura y el barbero. Y

                  así, cenaron con mucho contento, y acrecentóseles más viendo que, dejando de comer don Quijote,

                  movido de otro semejante espíritu que el que le movió a hablar tanto como habló cuando cenó con

                  los cabreros, comenzó a decir:

                  -Verdaderamente, si bien se considera, señores míos, grandes e inauditas cosas ven los que profesan

                  la orden de la andante caballería. Si no, ¿cuál de los vivientes habrá en el mundo que ahora por la

                  pueda deste castillo entrara, y de la suerte que estamos nos viera, que juzgue y crea que nosotros

                  somos quien somos? ¿Quién podrá decir que esta señora que esta a mi lado es la gran reina que



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