Page 313 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Al cual mandó don Fernando que callase y no interrumpiese la plática de don Quijote en ninguna
manera; y don Quijote prosiguió diciendo:
-Digo, en fin, alta y desheredada señora, que si por la causa que he dicho vuestro padre ha hecho
este metamorfóseo en vuestra persona, que no le deis crédito alguno; porque no hay ningún peligro
en la tierra por quien no se abra camino mi espada, con la cual, poniendo la cabeza de vuestro
enemigo en tierra, os pondré a vos la corona de la vuestra en la cabeza, en breves días.
No dijo más don Quijote, y esperó a que la princesa le respondiese; la cual, como ya sabía la
determinación de don Fernando de que se prosiguiese adelante en el engaño hasta llevar a su tierra
a don Quijote, con mucho donaire y gravedad le respondió:
-Quienquiera que os dijo, valeroso caballero de la Triste Figura, que yo me había mudado y trocado
de mi ser, no os dijo lo cierto, porque la misma que ayer fui me soy hoy. Verdad es que alguna
mudanza han hecho en mí ciertos acaecimientos de buena ventura, que me han dado la mejor que
yo pudiera desearme; pero no por eso he dejado de ser la que antes, y de tener los mesmos
pensamientos de valerme del valor de vuestro valeroso e invenerable brazo que siempre he tenido.
Así que, señor mío, vuestra bondad vuelva la honra al padre que me engendró, y téngale por hombre
advertido y prudente, pues con su ciencia halló camino tan fácil y tan verdadero para remediar mi
desgracia; que yo creo que si por vos, señor, no fuera, jamás acertara a tener la ventura que tengo; y
en esto digo tanta verdad como son buenos testigos della los más destos señores que están
presentes. Lo que resta es que mañana nos pongamos en camino, porque ya hoy se podrá hacer poca
jornada, y en lo demás del buen suceso que espero, lo dejaré a Dios y al valor de vuestro pecho.
Esto dijo la discreta Dorotea, y en oyéndolo don Quijote, se volvió a Sancho, y con muestras de
mucho enojo, le dijo:
-Ahora te digo, Sanchuelo, que eres el mayor bellacuelo que hay en España. Dime, ladrón
vagamundo, ¿no me acabaste de decir ahora que esta princesa se había vuelto en una doncella que
se llamaba Dorotea, y que la cabeza que entiendo que corté a un gigante era la puta que te parió, con
otros disparates que me pusieron en la mayor confusión que jamás he estado en todos los días de mi
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