Page 312 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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pues ya el buen suceso de la señora Dorotea impedía pasar con su designio adelante, que era
menester inventar y hallar otro para poderle llevar a su tierra. Ofrecióse Cardenio de proseguir lo
comenzado, y que Luscinda haría y representaría la persona de Dorotea.
-No -dijo don Fernando-, no ha de ser así: que yo quiero que Dorotea prosiga su invención; que
como no sea muy lejos de aquí el lugar deste buen caballero, yo holgaré de que se procure su
remedio.
-No está más de dos jornadas de aquí.
-Pues aunque estuviera más, gustara yo de caminallas, a trueco de hacer tan buena obra.
Salió, en esto, don Quijote, armado de todos sus pertrechos, con el yelmo, aunque abollado, de
Mambrino en la cabeza, embrazado de su rodela y arrimado a su tronco o lanzón. Suspendió a don
Fernando y a los demás la extraña presencia de don Quijote, viendo su rostro de media legua de
andadura, seco y amarillo, la desigualdad de sus armas y su mesurado continente, y estuvieron
callando, hasta ver lo que él decía; el cual, con mucha gravedad y reposo, puestos los ojos en la
hermosa Dorotea, dijo:
-Estoy informado, hermosa señora, deste mi escudero que la vuestra grandeza se ha aniquilado, y
vuestro ser se ha deshecho, porque de reina y gran señora que solíades ser os habéis vuelto en una
particular doncella. Si esto ha sido por orden del rey nigromante de vuestro padre, temeroso que yo
no os diese la necesaria y debida ayuda, digo que no supo ni sabe de la misa la media, y que fue poco
versado en las historias caballerescas; porque si él las hubiera leído y pasado tan atentamente y con
tanto espacio como yo las pasé y leí, hallara a cada paso cómo otros caballeros de menor fama que la
mía habían acabado cosas más dificultosas, no siéndolo mucho matar a un gigantillo, por arrogante
que sea; porque no ha muchas horas que yo me vi con él, y... quiero callar, porque no me digan que
miento; pero el tiempo, descubridor de todas las cosas, lo dirá cuando menos lo pensemos.
-Vístesos vos con dos cueros; que no con un gigante -dijo a esta sazón el ventero.
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