Page 298 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Fue luego a ver a Camila y a decirle, como le dijo, todo aquello que con su doncella le había pasado,

                  y la palabra que le había dado de decirle grandes cosas y de importancia. Si se turbó Camila o no, no

                  hay para qué decirlo; porque fue tanto el temor que cobró creyendo verdaderamente, y era de creer,

                  que Leonela había de decir a Anselmo todo lo que sabía de su poca fe, que no tuvo ánimo para

                  esperar si su sospecha salía falsa o no, y aquella mesma noche, cuando le pareció que Anselmo
                  dormía, juntó las mejores joyas que tenía, y algunos dineros, y, sin ser de nadie sentida, salió de casa

                  y se fue a la de Lotario, a quien contó lo que pasaba y le pidió que la pusiese en cobro, o que se

                  ausentasen los dos donde de Anselmo pudiesen estar seguros. La confusión en que Camila puso a

                  Lotario fue tal que no le sabia responder palabra, ni menos sabia resolverse en lo que haría. En fin,

                  acordó de llevar a Camila a un monesterio, en quien era priora una su hermana. Consintió Camila
                  en ello, y con la presteza que el caso pedía la llevó Lotario y la dejó en el monesterio, y él ansimesmo

                  se ausentó luego de la ciudad, sin dar parte a nadie de su ausencia.


                  Cuando amaneció, sin echar de ver Anselmo que Camila faltaba de su lado, con el deseo que tenía de

                  saber lo que Leonela quería decirle, se levantó y fue adonde la había dejado encerrada. Abrió y entró
                  en el aposento, pero no halló en él a Leonela; sólo halló puestas unas sábanas añudadas a la

                  ventana, indicio y señal que por allí se había descolgado e ido. Volvió luego muy triste a decírselo a

                  Camila, y, no hallándola en la cama ni en toda la casa, quedó asombrado. Preguntó a los criados de

                  casa por ella; pero nadie le supo dar razón de lo que pedía.

                  Acertó acaso, andando a buscar a Camila, que vio sus cofres abiertos y que dellos faltaban las más de

                  sus joyas, y con esto acabó de caer en la cuenta de su desgracia, y en que no era Leonela la causa de

                  su desventura; y ansí como estaba, sin acabarse de vestir, triste y pensativo, fue a dar cuenta de su

                  desdicha a su amigo Lotario. Mas cuando no le halló, y sus criados le dijeron que aquella noche

                  había faltado de casa, y había llevado consigo todos los dineros que tenía, pensó perder el juicio. Y

                  para acabar de concluir con todo, volviéndose a su casa, no hallo en ella ninguno de cuantos criados

                  ni criadas tenía, sino la casa desierta y sola.







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