Page 296 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-En mal punto y en hora menguada entró en mi casa este caballero andante, que nunca mis ojos le
hubieran visto, que tan caro me cuesta. La vez pasada se fue con el costo de una noche, de cena,
cama, paja y cebada, para él y para su escudero, y un rocín y un jumento, diciendo que era caballero
aventurero, que mala ventura le dé Dios, a él y a cuantos aventureros hay en el mundo, y que por
esto no estaba obligado a pagar nada, que así estaba escrito en los aranceles de la caballería
andantesca; y ahora, por su respeto, vino estotro señor y me llevó mi cola, y hámela vuelto con más
de dos cuartillos de daño, toda pelada, que no puede servir para lo que la quiere mi marido; y por fin
y remate de todo, romperme mis cueros y derramarme mi vino, que derramada le vea yo su sangre.
¡Pues no se piense; que por los huesos de mi padre y por el siglo de mi madre, si no me lo han de
pagar un cuarto sobre otro, o no me llamaría yo como me llamo, ni seria hija de quien soy!
Estas y otras razones tales decía la ventera con grande enojo, y ayudábala su buena criada
Maritornes. La hija callaba, y de cuando en cuando se sonreía. El cura lo sosegó todo, prometiendo
de satisfacerles su pérdida lo mejor que pudiese, así de los cueros como del vino, y principalmente
del menoscabo de la cola, de quien tanta cuenta hacían. Dorotea consoló a Sancho Panza diciéndole
que cada y cuando que pareciese haber sido verdad que su amo hubiese descabezado al gigante, le
prometía, en viéndose pacífica en su reino, de darle el mejor condado que en él hubiese. Consolóse
con esto Sancho, y aseguró a la princesa que tuviese por cierto que él había visto la cabeza del
gigante, y que, por más señas, tenía una barba que le llegaba a la cintura; y que si no parecía, era
porque todo cuanto en aquella casa pasaba era por vía de encantamento, como él lo había probado
otra vez que había posado en ella. Dorotea dijo que así lo creía, y que no tuviese pena; que todo se
haría bien y sucedería a pedir de boca.
Sosegados todos, el cura quiso acabar de leer la novela, porque vio que faltaba poco. Cardenio,
Dorotea y todos los demás le rogaron la acabase. El, que a todos quiso dar gusto, y por el que él tenía
de leerla, prosiguió el cuento, que así decía:
Sucedió, pues, que, por la satisfación que Anselmo tenia de la bondad de Camila, vivía una vida
contenta y descuidada, y Camila, de industria, hacia mal rostro a Lotario, porque Anselmo
entendiese al revés de la voluntad que le tenía; y para mas confirmación de su hecho, pidió licencia
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