Page 297 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Lotario para no venir a su casa, pues claramente se mostraba la pesadumbre que con su vista Camila

                  recebía; mas el engañado Anselmo le dijo que en ninguna manera tal hiciese; y desta manera, por

                  mil maneras era Anselmo el fabricador de su deshonra, creyendo que lo era de su gusto.

                  En esto, el que tenía Leonela de verse cualificada en sus amores llegó a tanto, que, sin mirar a otra

                  cosa, se iba tras él a suelta rienda, fiada en que su señora la encubría, y aun la advertía del modo que

                  con poco recelo pudiese ponerle en ejecución. En fin, una noche sintió Anselmo pasos en el

                  aposento de Leonela, y queriendo entrar a ver quién los daba, sintió que le detenían la pueda, cosa

                  que le puso mas voluntad de abrirla; y tanta fuerza hizo, que la abrió, y entró dentro a tiempo que
                  vio que un hombre saltaba por la ventana a la calle; y acudiendo con presteza a alcanzarle o

                  conocerle, no pudo conseguir lo uno ni lo otro, porque Leonela se abrazo con él, diciéndole:


                  -Sosiégate, señor mío, y no te alborotes, ni sigas al que de aquí saltó: es cosa mía, y tanto, que es mi

                  esposo.




                  No lo quiso creer Anselmo; antes, ciego de enojo, sacó la daga y quiso herir a Leonela, diciéndole
                  que le dijese la verdad; si no, que la mataría. Ella, con el miedo, sin saber lo que se decía, le dijo:


                  -No me mates, señor, que yo te diré cosas de más importancia de las que puedes imaginar.

                  -Dilas luego -dijo Anselmo-; si no, muerta eres.


                  -Por ahora será imposible -dijo Leonela-, según estoy de turbada; déjame hasta mañana, que

                  entonces sabrás de milo que te ha de admirar; y está seguro que el que saltó por esta ventana es un
                  mancebo de esta ciudad, que me ha dado la mano de ser mi esposo.


                  Sosegose con esto Anselmo y quiso aguardar el término que se le pedía, porque no pensaba oír cosa

                  que contra Camila fuese, por estar de su bondad tan satisfecho y seguro; y así, se salió del aposento

                  y dejo encerrada en el a Leonela, diciéndole que de allí no saldría hasta que le dijese lo que tenía que
                  decirle.







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