Page 292 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Pues yo, hermana -replicó Camila-, ¿qué tengo de saber, que no me atreveré a forjar ni sustentar
una mentira, si me fuese en ello la vida? Y si es que no hemos de saber dar salida a esto, mejor será
decirle la verdad desnuda, que no que nos alcance en mentirosa cuenta.
-No tengas pena, señora: de aquí a mañana -respondió Leonela- yo pensaré qué le digamos, y quizá
que por ser la herida donde es, la podrás encubrir sin que él la vea, y el cielo será servido de
favorecer a nuestros tan justos y tan honrados pensamientos. Sosiégate, señora mía, y procura
sosegar tu alteración, porque mi señor no te halle sobresaltada, y lo demás déjalo a mi cargo, y al de
Dios, que siempre acude a los buenos deseos.
Atentísimo había estado Anselmo a escuchar y a ver representar la tragedia de la muerte de su
honra; la cual con tan extraños y eficaces afectos la representaron los personajes della, que pareció
que se habían transformado en la misma verdad de lo que fingían. Deseaba mucho la noche, y el
tener lugar para salir de su casa, y ir a verse con su buen amigo Lotario, congratulándose con él de la
margarita preciosa que había hallado en el desengaño de la bondad de su esposa. Tuvieron cuidado
las dos de darle lugar y comodidad a que saliese, y él, sin perdella, salió, y luego fue a buscar a
Lotario; el cual hallado, no se puede buenamente contar los abrazos que le dio, las cosas que de su
contento le dijo, las alabanzas que dio a Camila. Todo lo cual escuchó Lotario sin poder dar
muestras de alguna alegría, porque se le representaba a la memoria cuán engañado estaba su amigo,
y cuán injustamente él le agraviaba; y aunque Anselmo veía que Lotario no se alegraba, creía ser la
causa por haber dejado a Camila herida y haber él sido la causa; y así, entre otras razones, le dijo
que no tuviese pena del suceso de Camila, porque, sin duda, la herida era ligera, pues quedaban de
concierto de encubrirsela a él, y que, según esto, no había de qué temer, sino que de allí adelante se
gozase y alegrase con él, pues por su industria y medio él se veía levantado a la más alta felicidad
que acertara a desearse, y quería que no fuesen otros sus entretenimientos que el hacer versos en
alabanza de Camila, que la hiciesen eterna en la memoria de los siglos venideros. Lotario alabó su
buena determinación y dijo que él, por su parte, ayudaría a levantar tan ilustre edificio.
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