Page 291 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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lamentación sobre el cuerno de Camila, corno si estuviera difunta, echándose muchas maldiciones,
no sólo a él, sino al que había sido causa de habelle puesto en aquel término. Y como sabía que le
escuchaba su amigo Anselmo, decía cosas que el que le oyera le tuviera mucha más lástima que a
Camila, aunque por muerta la juzgara. Leonela la tomó en brazos y la puso en el lecho, suplicando a
Lotario fuese a buscar quien secretamente a Camila curase; pedíale asimismo consejo y parecer de
lo que dirían a Anselmo de aquella herida de su señora, si acaso viniese antes que estuviese sana. El
respondió que dijesen lo que quisiesen; que él no estaba para dar consejo que de provecho fuese;
sólo le dijo que procurase tomarle la sangre, porque él se iba adonde gentes no le viesen. Y con
muestras de mucho dolor y sentimiento, se salió de casa; y cuando se vio solo y en parte donde
nadie le veía, no cesaba de hacerse cruces, maravillándose de la industria de Camila y de los
ademanes tan proprios de Leonela. Consideraba cuán enterado había de quedar Anselmo de que
tenía por mujer a una segunda Porcia, y deseaba verse con él para celebrar los dos la mentira y la
verdad más disimulada que jamás pudiera imaginarse.
Leonela tomó, como se ha dicho, la sangre a su señora, que no era más de aquello que bastó para
acreditar su embuste, y lavando con un poco de vino la herida, se la ató lo mejor que supo, diciendo
tales razones en tanto que la curaba, que aunque no hubieran precedido otras, bastaran a hacer
creer a Anselmo que tenía en Camila un simulacro de la honestidad. Juntáronse a las palabras de
Leonela otras de Camila, llamándose cobarde y de poco ánimo, pues le había faltado al tiempo que
fuera más necesario tenerle, para quitarse la vida, que tan aborrecida tenía. Pedía consejo a su
doncella si daría, o no, todo aquel suceso a su querido esposo; la cual le dijo que no se lo dijese,
porque le pondría en obligación de vengarse de Lotario, lo cual no podría ser sin mucho riesgo suyo,
y que la buena mujer estaba obligada a no dar ocasión a su marido a que riñese, sino a quitalle todas
aquellas que le fuese posible. Respondió Camila que le parecía muy bien su parecer, y que ella le
seguiría; pero que en todo caso convenía buscar qué decir a Anselmo de la causa de aquella herida,
que él no podría dejar de ver; a lo que Leonela respondía que ella, ni aun burlando, no sabía mentir.
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