Page 289 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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hicieran los dos pasar aquella mentira por más que cierta verdad; y así, respondió a Camila desta

                  manera:

                  -No pensé yo, hermosa Camila, que me llamabas para preguntarme cosas tan fuera de la intención

                  con que yo aquí vengo. Si lo haces por dilatarme la prometida merced, desde más lejos pudieras

                  entretenerla, porque tanto más fatiga el bien deseado cuanto la esperanza está más cerca de

                  poseello; pero porque no digas que no respondo a tus preguntas, digo que conozco a tu esposo

                  Anselmo, y nos conocemos los dos desde nuestros más tiernos años: y no quiero decir lo que tú tan

                  bien sabes de nuestra amistad, por no me hacer testigo del agravio que el amor hace que le haga,
                  poderosa disculpa de mayores yerros. A ti te conozco y tengo en la misma posesión que él te tiene;

                  que, a no ser así, por menos prendas que las tuyas no había yo de ir contra lo que debo a ser quien

                  soy y contra las santas leyes de la verdadera amistad, ahora por tan poderoso enemigo como el amor

                  por mi rompidas y violadas.

                  -Si eso confiesas -respondió Camila-, enemigo mortal de todo aquello que justamente merece ser

                  amado, ¿con qué rostro osas parecer ante quien sabes que es el espejo donde se mira aquél en quien

                  tú te debieras mirar, para que vieras con cuán poca ocasión le agravias? Pero ya cayo, ¡ay,

                  desdichada de mi!, en la cuenta de quién te ha hecho tener tan poca con lo que a ti mismo debes,

                  que debe de haber sido alguna desenvoltura mía, que no quiero llamarla deshonestidad, pues no

                  habrá procedido de deliberada determinación, sino de algún descuido de los que las mujeres que
                  piensan que no tienen de quién recatarse suelen hacer inadvertidamente. Si no, dime: ¿cuándo, ¡oh

                  traidor!, respondí a tus ruegos con alguna palabra o señal que pudiese despertar en ti alguna

                  sombra de esperanza de cumplir tus infames deseos? ¿Cuándo tus amorosas palabras no fueron

                  deshechas y reprehendidas de las mías con rigor y con aspereza? ¿Cuándo tus muchas promesas y

                  mayores dádivas fueron de mí creídas ni admitidas? Pero, por parecerme que alguno no puede

                  perseverar en el intento amoroso luengo tiempo, si no es sustentado de alguna esperanza, quiero

                  atribuirme a mí la culpa de tu impertinencia, pues, sin duda, algún descuido mío ha sustentado
                  tanto tiempo tu cuidado, y así, quiero castigarme y darme la pena que tu culpa merece. Y porque

                  vieses que siendo conmigo tan inhumana, no era posible dejar de serlo contigo, quise traerte a ser


                                             Portal Educativo EducaCYL
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