Page 288 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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continuas lágrimas no me lo manifestaran. Mas ¿para qué hago yo ahora estos discursos? ¿Tiene,

                  por ventura, una resolución gallarda necesidad de consejo alguno? No, por cierto. ¡Muera, pues,

                  traidores; aquí, venganzas! ¡Entre el falso, venga, llegue, muera y acabe, y suceda lo que sucediere!

                  Limpia entré en poder del que el cielo me dio por mío; limpia he de salir dél, y, cuando mucho,

                  saldré bañada en mi casta sangre, y en la impura del más falso amigo que vio la amistad en el
                  mundo.


                  Y diciendo esto, se paseaba por la sala con la daga desenvainada, dando tan desconcertados y

                  desaforados pasos y haciendo tales ademanes, que no parecía sino que le faltaba el juicio, y que no

                  era mujer delicada, sino un rufián desesperado.

                  Todo lo miraba Anselmo, cubierto detrás de unos tapices donde se había escondido, y de todo se

                  admiraba, y ya le parecía que lo que había visto y oído era bastante satisfacción para mayores

                  sospechas, y ya quisiera que la prueba de venir Lotario faltara, temeroso de algún mal repentino
                  suceso. Y estando ya para manifestarse y salir, para abrazar y desengañar a su esposa, se detuvo

                  porque vio que Leonela volvía con Lotario de la mano; y así como Camila le vio, haciendo con la

                  daga en el suelo una gran raya delante della, le dijo:


                  -Lotario, advierte lo que te digo; si a dicha te atrevieres a pasar desta raya que ves, ni aun llegar a
                  ella, en el punto que viere que lo intentas, en ése mismo me pasaré el pecho con esta daga que en las

                  manos tengo. Y antes que a esto me respondas palabras, quiero que otras algunas me escuches; que

                  después responderás lo que más te agradare. Lo primero, quiero, Lotario, que me digas si conoces a

                  Anselmo mi marido, y en qué opinión le tienes; y lo segundo, quiero saber también si me conoces a

                  mi. Respóndeme a esto, y no te turbes, ni pienses mucho lo que has de responder, pues no son

                  dificultades las que te pregunto.

                  No era tan ignorante Lotario, que desde el primer punto que Camila le dijo que hiciese esconder a

                  Anselmo, no hubiese dado en la cuenta de lo que ella pensaba hacer; y así, correspondió con su

                  intención tan discretamente y tan a tiempo, que





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