Page 25 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Don Quijote, con que acabó de entender el labrador la enfermedad de su vecino, y así comenzó a
decir a voces: abran vuestras mercedes al señor Baldovinos y al señor marqués de Mantua, que
viene mal ferido, y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez,
alcaide de Antequera. A estas voces salieron todos, y como conocieron los unos a su amigo, las otras
a su amo y tío, que aún no se había apeado del jumento, porque no podía, corrieron a abrazarle. El
dijo: ténganse todos, que vengo mal ferido por la culpa de mi caballo; llévenme a mi lecho, y llámese
si fuere posible, a la sabia Urganda, que cure y cate mis feridas. Mirad en hora mala, dijo a este
punto el ama, si me decía a mí bien mi corazón del pie que cojeaba mi señor. Suba vuestra merced
en buena hora, que sin que venga esa Urganda le sabremos aquí curar. Malditos, digo, sean otra vez
y otras ciento estos libros de caballería que tal han parado a vuestra merced. Lleváronle luego a la
cama, y catándole las feridas, no le hallaron ninguna; y él dijo que todo era molimiento, por haber
dado una gran caída con Rocinante, su caballo, combatiéndose con diez jayanes, los más
desaforados y atrevidos que pudieran fallar en gran parte de la tierra. Ta, Ta, dijo el cura; ¿jayanes
hay en la danza? para mí santiguada, que yo los queme mañana antes de que llegue la noche.
Hiciéronle a Don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa, sino que le
diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le importaba. Hízose así, y el cura se
informó muy a la larga del labrador, del modo que había hallado a Don Quijote. El se lo contó todo
con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho, que fue poner más deseo en el licenciado
de hacer lo que el otro día hizo, que fue llevar a su amigo el barbero maese Nicolás, con el cual se
vino a casa de Don Quijote.
Capítulo 6: Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro
ingenioso hidalgo
El cual aún todavía dormía. Pidió las llaves a la sobrina del aposento donde estaban los libros
autores del daño, y ella se las dió de muy buena gana. Entraron dentro todos, y el ama con ellos, y
hallaron más de cien cuerpos de libros grandes muy bien encuadernados, y otros pequeños; y así
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