Page 285 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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que otro día se escondiese Anselmo donde decía, porque ella pensaba sacar de su escondimiento
comodidad para que desde allí en adelante los dos se gozasen sin sobresalto alguno; y, sin declararle
del todo su pensamiento, le advirtió que tuviese cuidado que en estando Anselmo escondido, él
viniese cuando Leonela le llamase, y que a cuanto ella le dijese le respondiese como respondiera
aunque no supiera que Anselmo le escuchaba. Porfió Lotario que le acabase de declarar su
intención, porque con más seguridad y aviso guardase todo lo que viese ser necesario.
-Digo -dijo Camila- que no hay más que guardar, si no fuere responderme como yo os preguntare-,
no queriendo Camila darle antes cuenta de lo que pensaba hacer, temerosa que no quisiese seguir el
parecer que a ella tan bueno le parecía, y siguiese o buscase otros que no podrían ser tan buenos.
Con esto, se fue Lotario; y Anselmo, otro día, con la excusa de ir a aquella aldea de su amigo, se
partió, y volvió a esconderse; que lo pudo hacer con comodidad, porque de industria se la dieron
Camila y Leonela.
Escondido, pues, Anselmo, con aquel sobresalto que se puede imaginar que tendría el que esperaba
ver por sus ojos hacer notomía de las entrañas de su honra, íbase a pique de perder el sumo bien
que él pensaba que tenía en su querida Camila. Seguras ya y ciertas Camila y Leonela que Anselmo
estaba escondido, entraron en la recámara; y, apenas hubo puesto los pies en ella Camila, cuando,
dando un grande suspiro, dijo:
-¡Ay, Leonela amiga! ¿No sería mejor que antes que llegase a poner en ejecución lo que no quiero
que sepas, porque no procures estorbarlo, que tomases la daga de
Anselmo, que te he pedido, y pasases con ella este infame pecho mío? Pero no hagas tal; que no será
razón que yo lleve la pena de la ajena culpa. Primero quiero saber qué es lo que vieron en milos
atrevidos y deshonestos ojos de Lotario que fuese causa de darle atrevimiento a descubrirme un tan
mal deseo como es el que me ha descubierto, en desprecio de su amigo y en deshonra mía. Ponte,
Leonela, a esa ventana y llámale; que, sin duda alguna, se debe de estar en la calle, esperando poner
en efeto su mala intención. Pero primero se pondrá la cruel cuanto honrada mía.
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