Page 284 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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cruel y tan deshonrado. Maldecía su entendimiento, afeaba su ligera determinación, y no sabía qué

                  medio tomarse para deshacer lo hecho, o para dalle alguna razonable salida. Al fin, acordó de dar

                  cuenta de todo a




                  Camila; y como no faltaba lugar para poderlo hacer, aquel mismo día la halló sola, y ella, así como

                  vio que le podía hablar, le dijo:

                  -Sabed, amigo Lotario, que tengo una pena en el corazón, que me le aprieta de suerte, que parece

                  que quiere reventar en el pecho, y ha de ser maravilla si no lo hace; pues ha llegado la desvergüenza

                  de Leonela a tanto, que cada noche encierra a un galán suyo en esta casa, y se está con él hasta el

                  día, tan a costa de mi crédito, cuanto le quedará campo abierto de juzgarlo al que le viere salir a
                  horas tan inusitadas de mi casa. Y lo que me fatiga es que no la puedo castigar ni reñir: que el ser

                  ella secretario de nuestros tratos me ha puesto un freno en la boca para callar los suyos, y temo que

                  de aquí ha de nacer algún mal suceso.


                  Al principio que Camila esto decía creyó Lotario que era artificio para desmentille que el hombre
                  que había visto salir era de Leonela, y no suyo; pero viéndola llorar, y afligirse, y pedirle remedio,

                  vino a creer la verdad, y, en creyéndola, acabó de estar confuso y arrepentido del todo. Pero, con

                  todo esto, respondió a Camila que no tuviese pena; que él ordenaría remedio para atajar la

                  insolencia de Leonela. Díjole asimismo lo que, instigado de la furiosa rabia de los celos, había dicho

                  a Anselmo, y cómo estaba concertado de esconderse en la recámara, para ver desde allí a la clara la

                  poca lealtad que ella le guardaba. Pidióle perdón desta locura, y consejo para poder remedialla y
                  salir bien de tan revuelto laberinto como su mal discurso le había puesto.


                  Espantada quedó Camila de oír lo que Lotario le decía, y con mucho enojo y muchas y discretas

                  razones le riñó y afeó su mal pensamiento y la simple y mala determinación que había tenido; pero,
                  como naturalmente tiene la mujer ingenio presto para el bien y para el mal, más que el varón,

                  puesto que le va faltando cuando de propósito se pone a hacer discursos, luego al instante halló

                  Camila el modo de remediar tal, al parecer, inremediable negocio, y dijo a Lotario que procurase



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