Page 275 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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hacerse; y, pareciéndole no ser cosa segura ni bien hecha darle ocasión ni lugar a que otra vez la
hablase, determinó de enviar aquella mesma noche, como lo hizo, a un criado suyo con un billete a
Anselmo, donde le escribió estas razones:
Capítulo 34: Donde se prosigue la novela del Curioso impertinente
Así como suele decirse que parece mal el ejército sin su general y el castillo sin su castellano, digo yo
que parece muy peor la mujer casada y moza sin su marido, cuando justísimas ocasiones no lo
impiden. Yo me hallo tan mal sin vos, y tan imposibilitada de no poder sufrir esta ausencia, que si
presto no venís, me habré de ir a entretener en casa de mis padres, aunque deje sin guarda la
vuestra; porque la que me dejastes, si es que quedó con tal título, creo que mira más por su gusto
que por lo que a vos os toca; y pues sois discreto, no tengo más que deciros, ni aun es bien que más
os diga.
Esta carta recibió Anselmo, y entendió por ella que Lotario había ya comenzado la empresa, y que
Camila debía de haber correspondido como él deseaba; y, alegre sobremanera de tales nuevas,
respondió a Camila, de palabra, que no hiciese mudamiento de su casa en modo ninguno, porque él
volvería con mucha brevedad. Admirada quedó Camila de la respuesta de Anselmo, que la puso en
más confusión que primero, porque ni se atrevía a estar en su casa, ni menos irse a la de sus padres;
porque en la quedada, corría peligro su honestidad; y en la ida, iba contra el mandamiento de su
esposo. En fin, se resolvió en lo que le estuvo peor, que fue en el quedarse, con determinación de no
huir la presencia de Lotario, por no dar que decir a sus criados, y ya le pesaba de haber escrito lo
que escribió a su esposo, temerosa de que no pensase que Lotario había visto en ella alguna
desenvoltura que le hubiese movido a no guardalle el decoro que debía. Pero, fiada en su bondad, se
fió en Dios y en su buen pensamiento, con que pensaba resistir callando a todo aquello que Lotario
decirle quisiese, sin dar más cuenta a su marido, por no ponerle en alguna pendencia y trabajo; y
aun andaba buscando manera como disculpar a Lotario con Anselmo, cuando le preguntase la
ocasión que le había movido a escribirle aquel papel.
Con estos pensamientos, más honrados que acertados ni provechosos, estuvo otro día escuchando a
Lotario, el cual cargó la mano de manera que comenzó a titubear la firmeza de Camila, y su
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