Page 270 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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amigo, y fue bien recebido de Camila, la cual le recebía y regalaba con mucha voluntad, por
entender la buena que su esposo le tenía.
Acabaron de comer, levantaron los manteles, y Anselmo dijo a Lotario que se quedase allí con
Camila en tanto que él iba a un negocio forzoso; que dentro de hora y media volvería. Rogóle Camila
que no se fuese, y Lotario se ofreció a hacerle compañía; mas nada aprovechó con Anselmo; antes
importunó a Lotario que se
quedase y le aguardase, porque tenía que tratar con él una cosa de mucha importancia. Dijo también
a Camila que no dejase solo a Lotario, en tanto que él volviese. En efeto, él supo tan bien fingir la
necesidad o necedad de su ausencia, que nadie pudiera entender que era fingida.
Fuese Anselmo, y quedaron solos a la mesa Camila y Lotario, porque la demás gente de casa toda se
había ido a comer. Viose Lotario puesto en la estacada que su amigo deseaba, y con el enemigo
delante, que pudiera vencer con sola su hermosura a un escuadrón de caballeros armados: mirad si
era razón que le temiera Lotario. Pero lo que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la silla, y la
mano abierta en la mejilla, y pidiendo perdón a Camila del mal comedimiento, dijo que quería
reposar un poco en tanto que Anselmo volvía. Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado
que en la silla, y así, le rogó se entrase a dormir en él. No quiso Lotario, y allí se quedó dormido
hasta que volvió Anselmo, el cual, como halló a Camila en su aposento y a Lotario durmiendo, creyó
que, como se había tardado tanto, ya habrían tenido los dos lugar para hablar, y aun para dormir, y
no vio la hora en que Lotario despertase, para volverse con él fuera y preguntarle de su ventura.
Todo le sucedió como él quiso. Lotario despertó, y luego salieron los dos de casa, y así, le preguntó
lo que deseaba, y le respondió Lotario que no le había parecido ser bien que la primera vez se
descubriese del todo, y así no había hecho otra cosa que alabar a Camila de hermosa, diciéndole que
en toda la ciudad no se trataba de otra cosa que de su hermosura y discreción, y que éste le había
parecido buen principio para entrar ganando la voluntad, y disponiéndola a que otra vez le
escuchase con gusto, usando en esto del artificio que el demonio usa cuando quiere engañar a
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