Page 272 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Lotario aparte, le preguntó qué nuevas había y de qué temple estaba Camila. Lotario le respondió
que no pensaba más darle puntada en aquel negocio, porque respondía tan áspera y
desabridamente, que no tendría ánimo para volver a decirle cosa alguna.
-¡Ah -dijo Anselmo-, Lotario, Lotario, y cuán mal correspondes a lo que me debes y a lo mucho que
de ti confío! Ahora te he estado mirando por el lugar que concede la entrada desta llave, y he visto
que no has dicho palabra a Camila; por donde me doy a entender que aun las primeras le tienes por
decir; y si esto es así, como sin duda lo es, ¿para qué me engañas, o por qué quieres quitarme con tu
industria los medios que yo podría hallar para conseguir mi deseo?
No dijo más Anselmo, pero bastó lo que había dicho para dejar corrido y confuso a Lotario; el cual,
casi como tomando por punto de honra el haber sido hallado en mentira, juró a Anselmo que desde
aquel momento tomaba tan a su cargo el contentalle y no mentille, cual lo vería si con curiosidad lo
espiaba; cuanto más que no sería menester usar de ninguna diligencia, porque la que él pensaba
poner en satisfacelle le quitaría de toda sospecha. Creyóle Anselmo, y para dalle comodidad más
segura y menos sobresaltada, determinó de hacer ausencia de su casa por ocho días, yéndose a la de
un amigo suyo, que estaba en una aldea, no lejos de la ciudad; con el cual amigo concertó que le
enviase a llamar con muchas veras, para tener ocasión con Camila de su partida.
¡Desdichado y mal advertido de ti, Anselmo! ¿Qué es lo que haces? ¿Qué es lo que trazas? ¿Qué es lo
que ordenas? Mira que haces contra ti mismo, trazando tu deshonra y ordenando tu perdición.
Buena es tu esposa Camila; quieta y sosegadamente la posees; nadie sobresalta tu gusto; sus
pensamientos no salen de las paredes de su casa; tú eres su cielo en la tierra, el blanco de sus
deseos, el cumplimiento de sus gustos y la medida por donde mide su voluntad, ajustándola en todo
con la tuya y con la del cielo. Pues si la mina de su honor, hermosura, honestidad y recogimiento te
da sin ningún trabajo toda la riqueza que tiene y tú puedes desear, ¿para qué quieres ahondar la
tierra, y buscar nuevas vetas de nuevo y nunca visto tesoro, poniéndote a peligro que toda venga
abajo, pues, en fin, se sustenta sobre los débiles arrimos de su flaca naturaleza? Mira que el que
busca lo imposible, es justo que lo posible se le niegue, como lo dijo mejor un poeta, diciendo:
Busco en la muerte la vida,
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