Page 267 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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hay pluvias de oro también.


                  Cuando hasta aquí te he dicho, ¡oh Anselmo!, ha sido por lo que a ti te toca, y ahora es bien que se
                  oiga algo de lo que a mí me conviene; y si hiere largo, perdóname; que todo lo requiere el laberinto

                  donde te has entrado y de donde quieres que yo te saque.


                  Tú me tienes por amigo, y quieres quitarme la honra. cosa que es contra toda amistad; y aun no sólo

                  pretendes esto, sino que procuras que yo te la quite a ti. Que me la quieres quitar a mí está claro,
                  pues cuando Camila vea que yo la solicito, como me pides, cierto está que me ha de tener por

                  hombre sin honra y mal mirado, pues intento y hago una cosa tan fuera de aquello que el ser quien

                  soy y tu amistad me obliga. De que quieres que te la quite a ti no hay duda, porque viendo Camila

                  que yo la solicito, ha de pensar que yo he visto en ella alguna liviandad que me dio atrevimiento a

                  descubrirle mi mal deseo, y teniéndose por deshonrada, te toca a ti, como a cosa suya, su mesma

                  deshonra. Y de aquí nace lo que comúnmente se platica que el marido de la mujer adúltera, puesto
                  que él no lo sepa, ni haya dado ocasión para que su mujer no sea la que debe, ni haya sido en su

                  mano, ni en su descuido y poco recato, estorbar su desgracia, con todo, le llaman y le nombran con

                  nombre de vituperio y bajo, y en cierta manera le miran los que la maldad de su mujer saben con

                  ojos de menosprecio, en cambio de mirarle con los de lástima, viendo que no por su culpa, sino por

                  el gusto de su mala compañera, está en aquella desventura. Pero quiérote decir la causa por que con

                  justa razón es deshonrado el marido de la mujer mala, aunque él no sepa que lo es, ni tenga culpa, ni
                  haya sido parte, ni dado ocasión, para que ella lo sea. Y no te canses de oírme; que todo ha de

                  redundar en tu provecho.


                  Cuando Dios crió a nuestro primero padre en el Paraíso terrenal, dice la divina Escritura que

                  infundió Dios sueño en Adán, y que, estando durmiendo, le sacó una costilla del lado siniestro, de la
                  cual formó a nuestra madre Eva; y así como Adán despertó y la miró, dijo: Esta es carne de mi carne

                  y hueso de mis huesos. Y Dios dijo: Por ésta dejará el hombre a su padre y madre, y serán dos en

                  una carne misma; y entonces fue instituido el divino sacramento del matrimonio, con tales lazos,

                  que sola la muerte puede desatarlos. Y tiene tanta fuerza y virtud este milagroso sacramento, que

                  hace que dos diferentes personas sean una mesma carne; y aún hace más en los buenos casados:

                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
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