Page 265 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Dime, Anselmo, si el cielo, o la suerte buena, te hubiera hecho señor y legítimo posesor de un
finísimo diamante, de cuya bondad y quilates estuviesen satisfechos cuantos lapidarios le viesen, y
que todos a una voz y de común parecer dijesen que llegaba en quilates, bondad y fineza a cuanto se
podía extender la naturaleza de tal piedra, y tú mesmo lo creyeses así, sin saber otra cosa en
contrario, ¿sería justo que te viniese en deseo de tomar aquel diamante, y ponerle entre un yunque y
un martillo, y allí, a pura fuerza de golpes y brazos, probar si es tan duro y tan fino como dicen? Y
más, si lo pusieses por obra; que, puesto caso que la piedra hiciese resistencia a tan necia prueba, no
por eso se le añadiría más valor ni más fama; y si se rompiese, cosa que podría ser, ¿no se perdía
todo? Sí, por cierto, dejando a su dueño en estimación de que todos le tengan por simple. Pues haz
cuenta, Anselmo, que Camila es finísimo diamante, así en tu estimación como en la ajena, y que no
es razón ponerla en contingencia de que se quiebre, pues aunque se quede con su entereza, no
puede subir a más valor del que ahora tiene; y si faltase y no
resistiese, considera desde ahora cual quedaría sin ella, y con cuánta razón te podrías quejar de ti
mesmo, por haber sido causa de su perdición y la tuya. Mira que no hay joya en el mundo que tanto
valga como la mujer casta y honrada, y que todo el honor de las mujeres consiste en la opinión
buena que dellas se tiene; y pues la de tu esposa es tal, que llega al extremo de bondad que sabes,
¿para qué quieres poner esta verdad en duda? Mira, amigo, que la mujer es animal imperfecto, y
que no se le han de poner embarazos donde tropiece y caiga, sino quitárselos y despejalle el camino
de cualquier inconveniente, para que sin pesadumbre corra ligera a alcanzar la perfección que le
falta, que consiste en el ser virtuosa.
Cuentan los naturales que el arminio es un animalejo que tiene una piel blanquísima, y que cuando
quieren cazarle los cazadores, usan deste artificio: que, sabiendo las partes por donde suele pasar y
acudir, las atajan con lodo, y después, ojeándole, le encaminan hacía aquel lugar, y así como el
arminio llega al lodo, se está quedo y se deja prender y cautivar, a trueco de no pasar por el cieno y
perder y ensuciar su blancura, que la estima en más que la libertad y la vida. La honesta y casta
mujer es arminio, y es más que nieve blanca y limpia la virtud de la honestidad; y el que quisiere que
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