Page 262 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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ser, porque las cosas que me has dicho, ni son de aquel Anselmo mi amigo, ni las que me pides se

                  han de pedir a aquel Lotario que tú conoces; porque los buenos amigos han de probar a sus amigos

                  y valerse dellos, como dijo




                  un poeta, usque ad aras que quiso decir que no se habían de valer de su amistad en cosas que fuesen

                  contra Dios. Pues si esto sintió un gentil de la amistad, ¿cuánto mejor es que lo sienta el cristiano,
                  que sabe que por ninguna humana ha de perder la amistad divina? Y cuando el amigo tirase tanto la

                  barra, que pusiese aparte los respetos del cielo por acudir a los de su amigo, no ha de ser por cosas

                  ligeras y de poco momento, sino por aquellas en que vaya la honra y la vida de su amigo. Pues dime

                  tú ahora, Anselmo: ¿cuál destas dos cosas tienes en peligro, para que yo me aventure a complacerte

                  y a hacer una cosa tan detestable como me pides? Ninguna, por cierto; antes me pides, según yo

                  entiendo, que procure y solicite quitarte la honra y la vida, y quitármela a mi juntamente. Porque si
                  yo he de procurar quitarte la honra, claro está que te quito la vida, pues el hombre sin honra peor es

                  que un muerto; y siendo yo el instrumento, como tú quieres que lo sea, de tanto mal tuyo, ¿no vengo

                  a quedar deshonrado, y, por el mesmo consiguiente, sin vida? Escucha, amigo Anselmo, y ten

                  paciencia de no responderme hasta que acabe de decide lo que se me ofreciere acerca de lo que te ha

                  pedido tu deseo; que tiempo quedará para que tú me repliques y yo te escuche.

                  -Que me place -dijo Anselmo-; di lo que quisieres.


                  Y Lotario prosiguió diciendo:

                  -Paréceme, ¡oh Anselmo!, que tienes tú ahora el ingenio como el que siempre tienen los moros, a los

                  cuales no se les puede dar a entender el error de su secta con las acotaciones de la santa Escritura, ni

                  con razones que consistan en especulación del entendimiento, ni que vayan fundadas en artículos de

                  fe, sino que se les han de traer ejemplos palpables, fáciles, inteligibles, demostrativos, indubitables,
                  con demostraciones matemáticas que no se pueden negar, como cuando dicen: «Si de dos partes

                  iguales quitamos partes iguales, las que quedan también son iguales»; y cuando esto no entiendan

                  de palabra, como, en efeto, no lo entienden, háseles de mostrar con las manos, y ponérselo delante



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