Page 260 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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desabrido hombre de todo el universo mundo; porque no sé de qué días a esta parte me fatiga y

                  aprieta un deseo tan extraño y tan fuera del uso común de otros, que yo me maravillo de mi mismo,

                  y me culpo y me riño a solas, y procuro callarlo y encubrirlo de mis propios pensamientos; y así me

                  ha sido posible salir con este secreto como si de industria procurara decillo a todo el mundo. Y pues

                  que, en efecto, él ha de salir a plaza, quiero que sea en la del archivo de tu secreto, confiado que, con
                  él y con la diligencia que pondrás, como mi amigo verdadero, en remediarme, yo me veré presto

                  libre de la angustia que me causa, y llegara mi alegría, por tu solicitud, al grado que ha llegado mi

                  descontento, por mi locura.

                  Suspenso tenían a Lotario las razones de Anselmo, y no sabia en qué había de parar tan larga

                  prevención o preámbulo; y aunque iba revolviendo en su imaginación qué deseo podría ser aquel

                  que a su amigo tanto fatigaba, dio siempre muy lejos del blanco de la verdad; y, por salir presto de la

                  agonía que le causaba




                  aquella suspensión, le dijo que hacía notorio agravio a su mucha amistad en andar buscando rodeos

                  para decirles sus mas encubiertos pensamientos, pues tenía cierto que se podía prometer dél, o ya

                  consejos para entretenellos, o ya remedio para cumplíllos.

                  -Así es la verdad -respondió Anselmo-, y con esa confianza te hago saber, amigo Lotario, que el

                  deseo que me fatiga es pensar si Camila, mi esposa, es tan buena y tan perfecta como yo pienso, y no

                  puedo enterarme en esta verdad, si no es probándola de manera que la prueba manifieste los

                  quilates de su bondad, como el fuego muestra los del oro. Porque yo tengo para mi, ¡oh amigo!, que
                  no es una mujer más buena de cuanto es o no es solicitada, y que aquella sola es fuerte que no se

                  dobla a las promesas, a las dádivas, a las lágrimas y a las continuas importunidades de los solícitos

                  amantes. Porque ¿qué hay que agradecer -decía él- que una mujer sea buena, si nadie le dice que sea

                  mala? ¿Qué mucho que esté recogida y temerosa la que no le dan ocasión para que se suelte, y la que

                  sabe que tiene marido que, en cogiéndola en la primera desenvoltura, la ha de quitar la vida? Ansí

                  que la que es buena por temor, o por falta de lugar, yo no la quiero tener en aquella estima en que
                  tendré a la solicitada y perseguida, que salió con la corona del vencimiento; de modo que por estas

                                             Portal Educativo EducaCYL
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