Page 259 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Decía él, y decía bien, que el casado a quien el cielo había concedido mujer hermosa tanto cuidado

                  había de tener qué amigos llevaba a su casa como en mirar con qué amigas su mujer conversaba;

                  porque lo que no se hace ni concierta en las plazas, ni en los templos, ni en las fiestas públicas ni

                  estaciones (cosas que no todas veces las han de negar los maridos a sus mujeres), se concierta y

                  facilita en casa de la amiga o la parienta de quien mas satisfacción se tiene. También decía Lotario
                  que tenían necesidad los casados de tener cada uno algún amigo que le advirtiese de los descuidos

                  que en su proceder hiciese, porque suele acontecer que con el mucho amor que el marido a la mujer

                  tiene, o no le advierte, o no le dice, por no enojalla, que haga o deje de hacer algunas cosas, que el

                  hacellas, o no, le seria de honra, o de vituperio; de lo cual, siendo del amigo advertido, fácilmente

                  pondría remedio en todo. Pero ¿dónde se hallará amigo tan discreto y tan leal y verdadero como
                  aquí Lotario le pide? No lo sé yo, por cierto; sólo Lotario era este, que con toda solicitud y

                  advertimiento miraba por la honra de su amigo, y procuraba dezmar, frisar y acortar los días del

                  concierto del ir a su casa, porque no pareciese mal al vulgo ocioso y a los ojos vagabundos y

                  maliciosos la entrada de un mozo rico, gentilhombre y bien nacido, y de las buenas partes que él

                  pensaba que tenía, en la casa de una mujer tan hermosa como Camila; que, puesto que su bondad y

                  valor podía poner freno a toda maldiciente lengua, todavía no quería poner en duda su crédito ni el

                  de su amigo, y por esto los más de los días del concierto los ocupaba y entretenía en otras cosas, que
                  él daba a entender ser inexcusables; así que en quejas del uno y disculpas del otro se pasaban

                  muchos ratos y partes del día.


                  Sucedió, pues, que uno que los dos se andaban paseando por un prado fuera de la ciudad, Anselmo

                  dijo a Lotario las semejantes razones:

                  -Pensabas, amigo Lotario, que a las mercedes que Dios me ha hecho en hacerme hijo de tales padres

                  como fueron los míos y al darme, no con mano escasa, los bienes, así los que llaman de naturaleza

                  como los de fortuna, no puedo yo corresponder con agradecimiento que llegue al bien recebido, y

                  sobre al que me hizo en darme a ti por amigo y a Camila por mujer propia, dos prendas, que las
                  estimo, si no en el grado que debo, en el que puedo. Pues con todas estas partes, que suelen ser el

                  todo con que los hombres suelen y pueden vivir contentos, vivo yo el más despechado y el mas


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