Page 258 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Alselmo por esposo, que no cesaba de dar gracias al cielo, y a Lotario, por cuyo medio tanto bien le

                  había venido. Los primeros días, como todos los de boda suelen ser alegres, continuó Lotario como

                  solía la casa de su amigo Anselmo, procurando honralle, festejalle y regocijalle con todo aquello que

                  a él le fue posible; pero acabadas las bodas, y sosegada ya la frecuencia de las visitas y parabienes,

                  comenzó Lotario a descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo, por parecerle a él (como
                  es razón que parezca a todos los que fueren discretos) que no se han de visitar ni continuar las casas

                  de los amigos casados de la misma manera que cuando eran solteros; porque aunque la buena y

                  verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto, es tan delicada la

                  honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mesmos hermanos, cuanto más de los

                  amigos.

                  Notó Anselmo la remisión de Lotario, y formó dél quejas grandes, diciéndole que si él supiera que el

                  casarse había de ser parte para no comunicalle como solía, que jamás lo hubiera hecho; y que si, por

                  la buena correspondencia que los dos tenían mientras él fue soltero, habían alcanzado tan dulce

                  nombre como el de ser llamados los dos amigos, que no permitiese, por querer hacer del
                  circunspecto, sin otra ocasión alguna, que tan famoso y tan agradable nombre se perdiese; y que así,

                  le suplicaba, si era licito que tal término de hablar se usase entre ellos, que volviese a ser señor de su

                  casa, y a entrar y salir en ella como de antes, asegurándole que su esposa Camila no tenía otro gusto

                  ni otra voluntad que la que él quería que tuviese, y que por haber sabido ella con cuántas veras los

                  dos se amaban, estaba confusa de ver en él tanta esquiveza.




                  A todas estas y otras muchas razones que Anselmo dijo a Lotario para persuadirle volviese como

                  solía a su casa, respondió Lotario con tanta prudencia, discreción y aviso, que Anselmo quedó
                  satisfecho de la buena intención de su amigo, y quedaron de concierto que dos días en la semana y

                  las fiestas fuese Lotario a comer con él; y aunque esto quedó así concertado entre los dos, propuso

                  Lotario de no hacer más de aquello que viese que más convenía a la honra de su amigo, cuyo crédito

                  estimaba en más que el suyo propio.




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