Page 216 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 216

-No os responderé palabra, fermosa señora -respondió don Quijote-, ni oiré más cosa de vuestra

                  facienda, fasta que os levantéis de tierra.

                  -No me levantaré, señor -respondió la afligida doncella-, si primero por la vuestra cortesía no me es

                  otorgado el don que pido.


                  -Yo vos le otorgo y concedo –respondió don Quijote-, como no se haya de cumplir en daño o

                  mengua de mi rey, de mi patria, y de aquella que de mi corazón y libertad tiene la llave.

                  -No será en daño ni en mengua de lo que decís, mi buen señor -replicó la dolorosa doncella.

                  Y estando en esto, se llegó Sancho Panza al oído de su señor y muy pasito le dijo:


                  -Bien puede vuestra merced, señor, concederle el don que pide, que no es cosa de nada: sólo es

                  matar a un gigantazo, y esta que lo pide es la alta princesa Micomicona, reina del gran reino

                  Micomicón de Etiopía.

                  -Sea quien fuere -respondió don Quijote-; que yo haré lo que soy obligado y lo que me dicta mi

                  conciencia, conforme a lo que profesado tengo.

                  Y volviéndose a la doncella, dijo:


                  -La vuestra gran fermosura se levante, que yo le otorgo el don que pedirme quisiere.

                  -Pues el que pido es -dijo la doncella- que la vuestra magnánima persona se venga luego conmigo

                  donde yo le llevare, y me prometa que no se ha de entremeter en otra aventura ni demanda alguna

                  hasta darme venganza de un traidor que, contra todo derecho divino y humano, me tiene usurpado

                  mi reino.

                  -Digo que así lo otorgo -respondió don Quijote-; y así, podéis, señora, desde hoy mas, desechar la

                  malenconía que os fatiga, y hacer que cobre nuevos bríos y fuerza vuestra desmayada esperanza;

                  que, con la ayuda de Dios y la de mi brazo, vos os veréis presto restituida en vuestro reino, y sentada

                  en la silla de vuestro antiguo y grande estado, a pesar y a despecho de los follones que contradecirlo

                  quisieren.




                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   211   212   213   214   215   216   217   218   219   220   221