Page 214 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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hermosura, y confirmaron a don Fernando por de poco conocimiento, pues tanta belleza desechaba.

                  Pero el que más se admiró fue Sancho Panza, por parecerle (como era así verdad) que en todos los

                  días de su vida había visto tan hermosa criatura; y así, preguntó al cura con grande ahínco le dijese

                  quién era aquella tan fermosa señora, y qué era lo que buscaba por aquellos andurriales.

                  -Esta hermosa señora -respondió el cura-, Sancho hermano, es, como quien no dice nada, es la

                  heredera por línea recta de varón del gran reino de Micomicón, la cual viene en busca de vuestro

                  amo a pedirle un don, el cual es que le desfaga un tuerto o agravio que un mal gigante le tiene fecho;

                  y a la fama que de buen caballero vuestro amo tiene por todo lo descubierto, de Guinea ha venido a

                  buscarle esta princesa.

                  -Dichosa buscada y dichoso hallazgo –dijo a esta sazón Sancho Panza-, y más si mi amo es tan

                  venturoso que desfaga ese agravio y enderece ese tuerto, matando a ese hideputa dese gigante que

                  vuestra merced dice, que sí matará si él le encuentra, si ya no fuese fantasma; que contra los
                  fantasmas no tiene mi señor poder alguno. Pero una cosa quiero suplicar a vuestra merced, entre

                  otras, señor licenciado, y es que, porque a mi amo no le tome gana de ser arzobispo, que es lo que yo

                  temo, que vuestra merced le aconseje que se case luego con esta princesa, y así quedará

                  imposibilitado de recebir órdenes arzobispales, y vendrá con facilidad a su imperio, y yo al fin de

                  mis deseos; que yo he mirado bien en ello y hallo por mi cuenta que no me está bien que mi amo sea

                  arzobispo, porque yo soy inútil para la Iglesia, pues soy casado, y andarme ahora a traer
                  dispensaciones para poder tener renta por la Iglesia, teniendo, como tengo, mujer y hijos, seria

                  nunca acabar. Así que, señor, todo el toque está en que mi amo se case luego con esta señora, que

                  hasta ahora no sé su gracia, y así, no la llamo por su nombre.


                  -Llámase -respondió el cura- la princesa Micomicona, porque llamándose su reino Micomicón, claro
                  está que ella se ha de llamar así.


                  -No hay duda en eso -respondió Sancho-; que yo he visto a muchos tomar el apellido y alcurnia del

                  lugar donde nacieron, llamándose Pedro de Alcalá, Juan de Ubeda y Diego de Valladolid, y esto

                  mesmo se debe de usar allá en Guinea: tomar las reinas los nombres de sus reinos.



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