Page 220 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
P. 220

-Así es -dijo el cura, y prometió de enseñarsele en la primera ocasión.


                  Concertáronse que por entonces subiese el cura, y a trechos se fuesen los tres mudando, hasta que
                  llegasen a la venta, que estría hasta dos leguas de allí. Puestos los tres a caballo, es a saber, don

                  Quijote, la princesa y el cura, y los tres a pie, Cardenio, el barbero y Sancho Panza, don Quijote dijo

                  a la doncella:


                  -Vuestra grandeza, señora mía, guíe por donde más gusto le diere.



                  Y antes que ella respondiese, dijo el licenciado:


                  -¿Hacia qué reino quiere guiar la vuestra señoría? ¿Es, por ventura, hacia el de Micomicón? Qué si

                  debe de ser, o yo sé poco de reinos.

                  Ella, que estaba bien en todo, entendió que había de responder que sí, y así, dijo:


                  -Si, señor: hacia ese reino es mi camino.

                  -Si así es -dijo el cura-, por la mitad de mi pueblo hemos de pasar, y de allí tomará vuestra merced la

                  derrota de Cartagena, donde se podrá embarcar con la buena ventura; y si hay viento próspero, mar

                  tranquilo y sin borrasca, en poco menos de nueve años se podrá estar a vista de la gran laguna

                  Meona, digo, Meótides, que está poco más de cien jornadas más acá del reino de vuestra grandeza.

                  -Vuestra merced está engañado, señor mío -dijo ella-; porque no ha dos años que yo partí dél, y en

                  verdad que nunca tuve buen tiempo, y, con todo eso, he llegado a ver lo que tanto deseaba, que es al

                  señor don Quijote de la Mancha, cuyas nuevas llegaron a mis oídos así como puse los pies en

                  España, y ellas me movieron a buscarle, para encomendarme en su cortesía y fiar mi justicia del
                  valor de su invencible brazo.


                  -No más; cesen mis alabanzas -dijo a esta sazón don Quijote-, porque soy enemigo de todo género

                  de adulación; y aunque ésta no lo sea, todavía ofenden mis castas orejas semejantes pláticas. Lo que

                  yo sé decir, señora mía, que ora tenga valor o no, el que tuviere o no tuviere se ha de emplear en
                  vuestro servicio, hasta perder la vida; y así, dejando esto para su tiempo, ruego al señor licenciado



                                             Portal Educativo EducaCYL
                                              http://www.educa.jcyl.es
   215   216   217   218   219   220   221   222   223   224   225