Page 221 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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me diga qué es la causa que le ha traído por estas partes tan solo, y tan sin criados, y tan a la ligera,

                  que me pone espanto.

                  -A eso yo responderé con brevedad -respondió el cura-; porque sabrá vuestra merced, señor don

                  Quijote, que yo y maese Nicolás, nuestro amigo y nuestro barbero, íbamos a Sevilla a cobrar cierto

                  dinero que un pariente mío que ha muchos años que pasó a Indias me había enviado, y no tan pocos

                  que no pasan de sesenta mil pesos ensayados, que es otro que tal; y pasando ayer por estos lugares,

                  nos salieron al encuentro cuatro salteadores y nos quitaron hasta las barbas; y de modo nos las

                  quitaron, que le convino al barbero ponérselas postizas; y aun a este mancebo que aquí va -
                  señalando a Cardenio- le pusieron como de nuevo. Y es lo bueno que es pública fama por todos estos

                  contornos que los que nos saltearon son de unos galeotes que dicen que libertó, casi en este mesmo

                  sitio, un hombre tan valiente, que a pesar del comisado y de las guardas, los soltó a todos; y, sin

                  duda alguna, él debía de estar fuera de juicio, o debe de ser tan grande bellaco como ellos, o algún

                  hombre sin alma y sin conciencia, pues quiso soltar al lobo entre las ovejas, a la raposa entre las

                  gallinas, a la mosca entre la miel: quiso defraudar la justicia, ir contra su rey y señor natural, pues
                  fue contra sus justos mandamientos; quiso, digo, quitar a las galeras sus pies, poner en alboroto a la

                  Santa Hermandad, que había muchos años que reposaba; quiso, finalmente, hacer un hecho por

                  donde se pierda su alma y no se gane su cuerpo.


                  Habíales contado Sancho al cura y al barbero la aventura de los galeotes, que acabó su amo con
                  tanta gloria suya, y por esto cargaba la mano el cura refiriéndola, por ver lo que hacia o decía don

                  Quijote; al cual se le mudaba la color a cada palabra, y no osaba decir que él había sido el libertador

                  de aquella buena gente.




                  -Estos, pues -dijo el cura-, fueron los que nos robaron. Que Dios, por su misericordia, se lo perdone

                  al que no los dejó llevar al debido suplicio.

                  Capítulo 30: Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y

                  pasatiempo



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