Page 215 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Así debe de ser -dijo el cura-; y en lo del casarse vuestro amo, yo haré en ello todos mis poderíos.
Con lo que quedó tan contento Sancho cuanto el cura admirado de su simplicidad, y de ver cuán
encajados tenía en la fantasía los mesmos disparates que su amo, pues sin alguna duda se daba a
entender que había de venir a ser emperador.
Ya, en esto, se había puesto Dorotea sobre la muía del cura, y el barbero se había acomodado al
rostro la barba de la cola de buey, y dijeron a Sancho que los guiase adonde don Quijote estaba; al
cual advirtieron que no dijese que conocía al licenciado ni al barbero, porque en no conocerlos
consistía todo el toque de venir a ser emperador su amo; puesto que ni el cura ni Cardenio quisieron
ir con ellos, porque no se le acordase a don Quijote la pendencia que con Cardenio había tenido, y el
cura, porque no era menester por entonces su presencia; y así, los dejaron ir delante, y ellos los
fueron siguiendo a pie, poco a poco. No dejó de avisar el cura lo
que había de hacer Dorotea; a lo que ella dijo que descuidasen: que todo se haría sin faltar punto,
como lo pedían y pintaban los libros de caballerías.
Tres cuartos de legua habrían andado, cuando descubrieron a don Quijote entre unas intricadas
peñas, ya vestido, aunque no armado, y así como Dorotea le vio y fue informada de Sancho que
aquel era don Quijote, dio del azote a su palafrén, siguiéndole el bien barbado barbero; y en
llegando junto a él, el escudero se arrojó de la muía y fue a tomar en los brazos a Dorotea, la cual,
apeándose con grande desenvoltura, se fue a hincar de rodillas ante las de don Quijote; y aunque él
pugnaba por levantarla, ella, sin levantarse, le fabló en esta guisa:
-De aquí me levantaré, ¡oh valeroso y esforzado caballero!, fasta que la vuestra bondad y cortesía me
otorgue un don, el cual redundará en honra y prez de vuestra persona y en pro de la más
desconsolada y agraviada doncella que el sol ha visto. Y si es que el valor de vuestro fuerte brazo
corresponde a la voz de vuestra inmortal fama, obligado estáis a favorecer a la sin ventura que de
tan lueñes tierras viene, al olor de vuestro famoso nombre, buscándoos para remedio de sus
desdichas.
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