Page 210 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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la ocasión que, a su parecer, estos yermos le ofrecían, y, con poca vergüenza y menos temor de Dios
ni respeto mío, me requirió de amores; y, viendo que yo con feas y justas palabras respondía a las
desvergüenzas de sus propósitos, dejó aparte los ruegos, de quien primero pensó aprovecharse, y
comenzó a usar de la fuerza. Pero el justo cielo, que pocas o ningunas veces deja de mirar y
favorecer a las justas intenciones, favoreció las mías, de manera, que con mis pocas fuerzas, y con
poco trabajo, di con él por un derrumbadero, donde le dejé, ni sé si muerto o si vivo; y luego con
más ligereza que mi sobresalto y cansancio pedían, me entré por estas montañas, sin llevar otro
pensamiento ni otro designio que esconderme en ellas y huir de mi padre y de aquellos que de su
parte me andaban buscando. Con este deseo ha no sé cuántos meses que entré en ellas, donde hallé
un ganadero que me llevó por su criado a un lugar que está en las entrañas desta sierra, al cual he
servido de zagal todo este tiempo, procurando estar siempre en el campo por encubrir estos cabellos
que ahora, tan sin pensarlo, me han descubierto. Pero toda mi industria y toda mi solicitud fue y ha
sido de ningún provecho, pues mi amo vino en conocimiento de que yo no era varón, y nació en él el
mesmo mal pensamiento que en mi criado; y como no siempre la fortuna con los trabajos da los
remedios, no hallé derrumbadero ni barranco de donde despeñar y despenar al amo, como le hallé
para el criado, y así, tuve por menor inconveniente dejalle y esconderme de nuevo entre estas
asperezas que probar con él mis fuerzas o mis disculpas. Digo, pues, que me torné a emboscar, y a
buscar donde sin impedimento alguno pudiese con suspiros y lágrimas rogar al cielo se duela de mi
desventura y me dé industria y favor para salir della, o para dejar la vida entre estas soledades, sin
que quede memoria desta triste, que tan sin culpa suya habrá dado materia para que de ella se hable
y murmure en la suya y en las ajenas tierras.
Capítulo 29: Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado
caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto
-Esta es, señores, la verdadera historia de mi tragedia: mirad y juzgad ahora si los suspiros que
escuchastes, las palabras que oístes y las lágrimas que de mis ojos salían tenían ocasión bastante
para mostrarse, en mayor abundancia; y, considerada la calidad de mi desgracia, veréis que será en
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