Page 208 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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alevosía y traición que se me había hecho. Mas templóse esta furia por entonces con pensar de

                  poner aquella mesma noche por obra lo que puse; que fue ponerme en este hábito, que me dio uno

                  de los que llaman zagales en casa de los labradores, que era criado de mi padre, al cual descubrí toda

                  mi desventura, y le rogué me acompañase hasta la ciudad donde entendí que mi enemigo estaba. El,

                  después que hubo reprehendido mi atrevimiento y afeado mi determinación, viéndome resuelta en
                  mi parecer, se ofreció a tenerme compañía, como él dijo, hasta el cabo del mundo. Luego al

                  momento encerré en una almohada de lienzo un vestido de mujer, y algunas joyas y dineros, por lo

                  que podía suceder, y en el silencio de aquella noche, sin dar cuenta a mi traidora doncella, salí de mi

                  casa, acompañada de mi criado, y de muchas imaginaciones, y me puse en camino de la ciudad a

                  píe, llevada en vuelo del deseo de llegar, ya que no a estorbar lo que tenía por hecho, a lo menos, a
                  decir a don Fernando me dijese con qué alma lo había hecho. Llegué en dos días y medio donde

                  quería, y en entrando por la ciudad pregunté por la casa de los padres de Luscinda, y el primero a

                  quien hice la pregunta me respondió más de lo que yo quisiera oír. Díjome la casa, y todo lo que

                  había sucedido en el desposorio de su hija, cosa tan pública en la ciudad, que se hacían corrillos

                  para contarla por toda ella. Díjome que la noche que don Fernando se desposó con Luscinda,

                  después de haber ella dado el sí de ser su esposa, le había tomado un recio desmayo, y que llegando

                  su esposo a desabrocharle el pecho para que le diese el aire, le halló un papel escrito de la misma
                  letra de Luscinda, en que decía y declaraba que ella no podía ser esposa de don Fernando, porque lo

                  era de Cardenio que, a lo que el hombre me dijo, era un caballero muy principal de la mesma

                  ciudad; y que si había dado el sí a don Fernando, fue por no salir de la obediencia de sus padres. En

                  resolución, tales razones dijo que contenía el papel, que daba a entender que ella había tenido

                  intención de matarse en acabándose de desposar, y daba allí las razones por que se había quitado la

                  vida; todo lo cual dicen que confirmó una daga que le hallaron no sé en qué parte de sus vestidos.
                  Todo lo cual visto por don Fernando, pareciéndole que Luscinda le había burlado y escarnecido y

                  tenido en poco, arremetió a ella antes que de su desmayo volviese, y con la misma daga que le

                  hallaron la quiso dar de puñaladas, y lo hiciera si sus padres y los que se hallaron presentes no se lo

                  estorbaran. Dijeron más: que luego se ausentó don Fernando, y que Luscinda no había vuelto de su



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