Page 205 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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Cuando Cardenio le oyó decir que se llamaba Dorotea, tomó de nuevo a sus sobresaltos y acabó de

                  confirmar por verdadera su primera opinión; pero no quiso interromper el cuento, por ver en qué

                  venia a parar lo que él ya casi sabia; sólo dijo:

                  -¿Que Dorotea es tu nombre, señora? Otra he oído yo decir del mesmo, que quizá corre parejas con

                  tus desdichas. Pasa adelante, que tiempo vendrá en que te diga cosas que te espanten en el mesmo

                  grado que te lastimen.

                  Reparó Dorotea en las razones de Cardenio y en su extraño y desastrado traje, y rogóle que si alguna

                  cosa de su hacienda sabía, se la dijese luego; porque si algo le había dejado bueno la fortuna, era el

                  ánimo que tenía para sufrir cualquier desastre que le sobreviniese, segura de que, a su parecer,

                  ninguno podía llegar que el que tenía acrecentase un punto.

                  -No le perdiera yo, señora -respondió Cardenio-, en decirte lo que pienso, si fuera verdad lo que

                  imagino; y hasta ahora no se pierde coyuntura, ni a ti te importa nada el saberlo.


                  -Sea lo que fuere -respondió Dorotea-, lo que en mi cuento pasa fue que tomando don Fernando una

                  imagen que en aquel aposento estaba, la puso por testigo de nuestro desposorio; con palabras
                  eficacísimas y juramentos extraordinarios me dio la palabra de ser mi marido, puesto que, antes que

                  acabase de decirlas, le dije que mirase bien lo que hacía, y que considerase el enojo que su padre

                  había de recebir de verle casado con una villana, vasalla suya; que no le cegase mi hermosura, tal

                  cual era, pues no era bastante para hallar en ella disculpa de su yerro, y que si algún bien me queda

                  hacer, por el amor que me tenía, fuese dejar correr mi suerte




                  a lo igual de lo que mi calidad pedía, porque nunca los tan desiguales casamientos se gozan ni duran

                  mucho en aquel gusto con que se comienzan.

                  Todas estas razones que aquí he dicho le dije, y otras muchas de que no me acuerdo; pero no fueron

                  parte para que él dejase de seguir su intento, bien ansí como el que no piensa pagar, que, al

                  concertar de la barata, no repara en inconvenientes.




                                             Portal Educativo EducaCYL
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