Page 204 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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poderosa de dar voces, ni aun él creo que me las dejara dar, porque luego se llegó a mí, y
tomándome entre sus brazos (porque yo, como digo, no tuve fuerzas para defenderme, según estaba
turbada), comenzó a decirme tales razones, que no sé cómo es posible que tenga tanta habilidad la
mentira, que las sepa componer de modo que parezcan tan verdaderas. Hacía el
traidor que sus lágrimas acreditasen sus palabras, y los suspiros su intención. Yo, pobrecilla, sola
entre los míos, mal ejercitada en casos semejantes, comencé, no sé en qué modo, a tener por
verdaderas tantas falsedades, pero no de suerte que me moviesen a compasión menos que buena sus
lágrimas y suspiros; y así, pasándome aquel sobresalto primero, torné algún tanto a cobrar mis
perdidos espíritus, y con más ánimo del que pensé que pudiera tener, le dije:
«-Si como estoy, señor, en tus brazos, estuviera en los de un león fiero, y el librarme dellos se me
asegurara con que hiciera, o dijera, cosa que fuera en perjuicio de mi honestidad, así fuera posible
hacella o decilla como es posible dejar de haber sido lo que fue. Así que, si tú tienes ceñido mi
cuerno con tus brazos, yo tengo atada mi alma con mis buenos deseos, que son tan diferentes de los
tuyos como lo verás, si con hacerme fuerza quisieres pasar adelante en ellos. Tu vasalla soy, pero no
tu esclava; ni tiene ni debe tener imperio la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en poco la
humildad de la mía; y en tanto me estimo yo, villana y labradora, como tú, señor y caballero.
Conmigo no han de ser de ningún efecto tus fuerzas, ni han de tener valor tus riquezas, ni tus
palabras han de poder engañarme, ni tus suspiros y lágrimas enternecerme. Si alguna de todas estas
cosas que he dicho viera yo en el que mis padres me dieran por esposo, a su voluntad se ajustara la
mía, y mi voluntad de la suya no saliera; de modo que, como quedara con honra, aunque quedara
sin gusto, de grado te entregara lo que tú, señor, ahora con tanta fuerza procuras. Todo esto he
dicho porque no es pensar que de mi alcance cosa alguna el que no fuese mi legítimo esposo.»
«-Si no reparas más que en eso, bellísima Dorotea (que éste es el nombre desta desdichada) -dijo el
desleal caballero-, ves aquí te doy la mano de serlo tuyo, y sean testigos desta verdad los cielos, a
quien ninguna cosa se esconde, y esta imagen de Nuestra Señora que aquí tienes.»
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