Page 197 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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dicen ellos, cuando me encuentran con juicio, que yo salgo a los caminos, y que se lo quito por

                  fuerza, aunque me lo den de grado, a los pastores que vienen con ello del lugar a las majadas. Desta

                  manera paso mi miserable y extrema vida, hasta que el cielo sea servido de conducirla a su último

                  fin, o de ponerle en mi memoria, para que no me acuerde de la hermosura y de la traición de

                  Luscinda y del agravio de don Fernando; que si esto él hace sin quitarme la vida, yo volveré a mejor
                  discurso mis pensamientos; donde no, no hay sino rogarle que absolutamente tenga misericordia de

                  mi alma; que yo no siento en mi valor ni fuerzas para sacar el cuerpo desta estrecheza en que por mi

                  gusto he querido ponerle.

                  Esta es, ¡oh señores!, la amarga historia de mi desgracia: decidme si es tal, que pueda celebrarse con

                  menos sentimientos que los que en mi habéis visto, y no os canséis en persuadirme ni aconsejarme

                  lo que la razón os dijere que puede ser bueno para mi remedio, porque ha de aprovechar conmigo lo

                  que aprovecha la medicina recetada de famoso médico al enfermo que recibir no la quiere. Yo no

                  quiero salud sin Luscinda; y pues ella gustó de ser ajena, siendo, o debiendo ser, mía, guste yo de ser

                  de la desventura, pudiendo haber sido de la buena dicha. Ella quiso, con su mudanza, hacer estable
                  mi perdición; yo querré, con procurar perderme, hacer contenta su voluntad, y será ejemplo a los

                  porvenir de que a mí solo faltó lo que a todos los desdichados sobra, a los cuales suele ser consuelo

                  la imposibilidad de tenerle, y en mi es causa de mayores sentimientos y males, porque aun pienso

                  que no se han de acabar con la muerte.



                  Aquí dio fin Cardenio a su larga plática y tan desdichada como amorosa historia; y al tiempo que el

                  cura se prevenía para decirle algunas razones de consuelo, le suspendió una voz que llegó a sus

                  oídos que en lastimados acentos oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración;

                  que en este punto dio fin a la tercera el sabio y atentado historiador Cide Hamete Benengeli.

                  Capítulo 28: Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y barbero sucedió en la mesma

                  sierra


                  Felicísimos y venturosos fueron los tiempos donde se echó al mundo el audacísimo caballero don
                  Quijote de la Mancha, pues por haber tenido tan honrosa determinación como fue el querer

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