Page 19 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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dice, dijo el muchacho, que este mi amo no es caballero, ni ha recibido orden de caballería alguna,

                  que es Juan Haldudo el rico, vecino del Quintanar. Importa poco eso, respondió Don Quijote, que

                  Haldudos puede haber caballeros, cuanto más que cada uno es hijo de sus obras. Así es verdad, dijo

                  Andrés; pero este mi amo, ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo? No

                  niego, hermano Andrés, respondió el labrador, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro,
                  por todas las órdenes de caballerías hay en el mundo, de pagaros, como tengo dicho, un real sobre

                  otro, y aun sahumados. Del sahumerio os hago gracia, dijo Don Quijote, dádselos en reales, que con

                  esto me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado; si no, por el mismojuramento os

                  juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar aunque os escondáis más que una

                  lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo,
                  sabed que yo soy el valeroso Don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a

                  Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada.

                  Y en diciendo esto picó a su Rocinante, y en breve espacio se apartó de ellos. Siguióle el labrador con

                  los ojos, y cuando vió que había traspuesto el bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado

                  Andrés y díjole: Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel desfacedor de

                  agravios me dejó mandado. Eso juro yo, dijo Andrés, y como que andará vuestra merced acertado en

                  cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que según es de valeroso y de
                  buen jue, vive Roque, que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo. También lo juro yo, dijo el

                  labrador; pero por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda por acrecentar la paga. Y

                  asiéndolo del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dió tantos azotes, que le dejó por muerto.

                  Llamad, señor Andrés, ahora, decía el labrador, al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface

                  aqueste, aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como

                  vos temíades.<BR< riendo. Y de esta manera deshizo el agravio el valeroso Don Quijote, el cual,
                  contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicísimo y alto principio a sus

                  caballerías, con gran satisfacción de sí mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz:

                  Bien te puedes llamar dichosas sobre cuantas hoy viven en la tierra, oh sobre las bellas, bella

                  Dulcinea del Toboso, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad y talante a un



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