Page 169 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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necio eres tú y cuán discreto soy yo, quiero que me oyas un breve cuento. Has de saber que una
viuda hermosa, moza, libre y rica, y, sobre todo, desenfadada, se enamoró de un mozo motilón,
rollizo y de buen tono; alcanzólo a saber su mayor, y un día dijo a la buena viuda, por vía de
fraternal reprehensión: «Maravillado estoy, señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan
principal, tan hermosa y tan rica como vuestra merced se haya enamorado de un hombre tan soez,
tan bajo y tan idiota como fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tantos presentados y
tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger, como entre peras, y decir: “éste quiero,
aquéste no quiero”» Mas ella le respondió con mucho donaire y desenvoltura: «Vuestra merced,
señor mío, está muy engañado, y piensa muy a lo antiguo si piensa que yo
he escogido mal en fulano, por idiota que le parece; pues para lo que yo le quiero, tanta filosofía
sabe, y más, que Aristóteles.» Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto
vale como la más alta princesa de la tierra. Si, que no todos los poetas que alaban damas debajo de
un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen. ¿Piensas tú que las Amariles,
las Filis, las Silvas, las Dianas, las Galateas, las Fílidas, y otras tales de que los libros, los romances,
las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias, están llenos, fueron verdaderamente damas
de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las
fingen, por dar subjeto a sus versos, y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen
valor para serlo. Y así, bástame a mi pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y
honesta; y en lo del linaje, importa poco; que no han de ir a hacer la información dél para darle
algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo. Porque has de saber,
Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar, más que otras; que son la mucha
hermosura y la buena fama, y estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser
hermosa, ninguna le iguala; y en la buena fama, pocas le llegan. Y para concluir con todo, yo
imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la
deseo, así en la belleza como en la principalidad, y ni la llega Elena, ni la alcanza Lucrecia, ni otra
alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas, griega, bárbara o latina. Y diga cada uno lo
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