Page 165 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Libertad te da el que sin ella queda, ¡oh caballo tan extremado por tus obras cuan desdichado por

                  tu suerte! Vete por do quisieres; que en la frente llevas escrito que no te igualó en ligereza el

                  Hipogrifo de Astolfo, ni el nombrado Frontino, que tan caro le costó a Bradamante.

                  Viendo esto Sancho, dijo:


                  -Bien haya quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbardar al rucio, que a fe que no faltaran

                  palmadicas que dalle, ni cosas que decille en su abalanza; pero si él aquí estuviera, no consintiera yo
                  que nadie le desalbardara, pues no había para qué; que a él no le tocaban las generales de

                  enamorado ni de desesperado, pues no lo estaba su amo, que era yo, cuando Dios quería. Y en

                  verdad, señor Caballero de la Triste Figura, que si es que mi partida y su locura de vuestra merced

                  va de veras, que será bien tornar a ensillar a Rocinante, para que supla la falta del rucio, porque será

                  ahorrar tiempo a mi ida y vuelta; que si la hago a pie, no sé cuándo llegaré, ni cuándo volveré,

                  porque, en resolución, soy mal caminante.

                  -Digo, Sancho -respondió don Quijote-, que sea como tú quisieres, que no me parece mal tu

                  designio; y digo que de aquí a tres días te partirás, porque quiero que en este tiempo veas lo que por

                  ella hago y digo, para que se lo digas.

                  -Pues ¿qué más tengo de ver -dijo Sancho- que lo que he visto?


                  -¡Bien estás en el cuento! -respondió don Quijote-. Ahora me falta rasgar las vestiduras, esparcir las

                  armas, y darme de calabazadas por estas peñas, con otras cosas deste jaez, que te han de admirar.

                  -Por amor de Dios -dijo Sancho-, que mire vuestra merced cómo se da esas calabazadas; que a tal

                  peña podrá llegar, y en tal punto, que con la primera se acabase la máquina desta penitencia; y seria

                  yo de parecer que, ya que a vuestra merced le parece que son aquí necesarias calabazadas y que no

                  se puede hacer esta obra sin ella, se contentase, pues todo esto es fingido y cosa contrahecha y de
                  burla, se contentase, digo. con dárselas en el agua, o en alguna cosa blanda, como algodón; y déjeme

                  a mi el cargo, que yo diré a mi señora que vuestra merced se las daba en una punta de peña, más

                  dura que la de un diamante.





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